Es curioso, cómo al viajar y alejarnos de nuestros orígenes, tales como ciudades o pueblos, vemos aún mejor detalles que subyacen implícitos en aquellos novedosos lugares que visitamos.
Escribo todo esto, porque hace aproximadamente una semana, viajé a una ciudad diferente a la de León y pese a que es una ciudad maravillosa, parece que al haber nacido en ella y haber pasado casi toda mi vida, se me hace en ocasiones aburrida y parece que sus peculiaridades como ciudad se ignoran por esa causa.
León es una ciudad preciosa y tiene tanto casco histórico que desmenuza una historia llena de interés, como belleza en pequeños lugares.
Sin embargo, cada vez que salgo de León y veo otros territorios, me doy cuenta de que se perciben mejor las características y ventajas ornamentales si eres nuev@ en ese lugar.
Siempre que visito un sitio nuevo, me percato de mucha más belleza y detallismo que si viviera de siempre en ese sitio.
Esto me hace llegar a la conclusión, de que valoramos más aquello que nunca antes hemos visto a aquello que vemos cada día desde que nacimos.
Es una similitud como con las personas que vienen y van de nuestras vidas. Llega alguien nuevo y todo es novedad y se respiran aires de frescura en cada instante con esa persona, pero si conoces de siempre a ese individuo, lo terminas infravalorando debido a que nunca antes lo has perdido.
Dice un dicho que se pierde aquello que no se valora y que hasta que no se va no te das cuenta de lo que valía. Aunque, yo pienso que aprender a valorar es una actitud que se aprende con el tiempo y que, tal vez, si no viviéramos en una sociedad materialista, donde el dinero maneja todas las vidas, igual, las personas no seríamos tratadas como cosas.
Todas estas cosas llaman mucho mi atención, porque ciudades como León, que son preciosas pasan desapercibidas muchas veces por una falta de conciencia. Porque caminamos absortos en nuestros problemas y podemos llegar a pasar delante de una obra maestra olvidando el valor que hay en ella, como si simplemente fuera un adorno más de nuestro camino.
Este tipo de cosas debemos de cambiarlas y caminar por la calle yendo a trabajar o a casa, siendo testigos del mundo que nos rodea y que siempre está ahí, escuchando nuestras penas y riendo en las alegrías. Se dice que las ciudades son recuerdos de vida y de pensamientos que en algún momento alguien cultivó sobre ellas.
No sabemos lo que será de cada parte de muro que nos rodea. No sabemos qué será de nosotros o de cualquiera que nos acompañe por el camino. Pero sí podemos empezar a ver la majestuosidad de lo que nos rodea ya que si algún día no está, probablemente sufriremos las consecuencias.