Comenzar con un fin en la mente

Después del hábito de la proactividad, el primero que señala Covey en ‘Los siete hábitos de la gente altamente efectiva’, hablaremos del segundo: Comenzar con un fin en la mente.

Su aplicación fundamental consiste en comenzar hoy con la imagen, el cuadro o el paradigma de vida como marco de referencia o criterio para el examen de todas las otras cosas. Cada parte de la vida (la conducta de hoy, la de mañana, la de la semana que viene, la del mes que viene) puede examinarse en el contexto del todo, de lo que realmente me importa más. Teniendo claramente presente ese fin, podemos asegurarnos de que lo que haga cualquier día particular no viole los criterios que hemos definido como de importancia suprema, y que cada día contribuya de un modo significativo a la visión que se tiene de nuestra vida como un todo.

Significa comenzar con una clara comprensión de nuestro destino: adónde se está yendo de modo que se pueda comprender mejor dónde se está, y dar siempre los pasos adecuados en la dirección correcta. ¿Qué es lo verdaderamente importante para mí? Y teniéndolo claro, podemos cada día ser y actuar de manera efectiva para lograrlo.

El hábito segundo se centra en el liderazgo: ¿Cuáles son las cosas que quiero realizar?, y no tanto en la administración: ¿cómo puedo hacer mejor ciertas cosas? La logoterapia, de Victor Frankl, ayuda al individuo a detectar su significado único, su misión en la vida. Cuando se ha adquirido ese sentido de misión, se posee la esencia de la propia proactividad: estamos en posesión de valores que dirigen nuestra vida, de la dirección básica en virtud de la cual establecemos nuestras metas a corto y largo plazo, podemos evaluar todas nuestras decisiones concernientes al uso de nuestro tiempo, del propio talento y energía.

Centrar nuestra vida en principios correctos crea una base sólida para el desarrollo de los cuatros factores que sustentan la vida: seguridad, guía, sabiduría y poder.