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Cómo sobrevivir a esto (el kit)

31/03/2025
 Actualizado a 31/03/2025
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Sé que no soy el primero que habla del famoso kit de supervivencia que aconseja Europa. Pronto en sus gasolineras y áreas comerciales, supongo. En el mundo moderno todo se soluciona con un kit, recuerden lo de los envases transparentes para llevar líquidos en los aeropuertos. Habrá un kit para sobrevivir a casi cualquier cosa, salvo, imagino, a la estupidez. ¿Cómo hacerlo? El gusto por la ignorancia y por prestar atención a los necios (incluso votarlos) no se soluciona fácilmente con un kit, o eso me parece. 

Con este anuncio Europa nos pone en guardia. Puede haber una guerra, así que, hágame el favor, sírvase un kit. No es broma. Lo mismo que se tiene un botiquín se tiene un kit. Y lo de la navaja suiza no me parece mal. En mi pueblo los parroquianos siempre han tenido una navaja, una cheira, que viene de merendar en las huertas y en la finca, por no volver a casa, que era perder el tiempo. Nunca llevamos uvas para merendar cuando íbamos a vendimiar, eso es una leyenda urbana, bueno, más bien una leyenda rural, pero si llevamos navajitas. Navajitas plateás. Ideales para hacerse la ración de cecina-in-the fields, y en este plan. Ideal para el queso, naturalmente. Y el pan, ah, el pan: la gloria bendita. Por eso amo la navaja campestre, suiza o de Albacete. Ya sé que la suiza ofrece varias posibilidades, es un todo en uno, de ahí que se postule como ingrediente básico del kit de marras. Pero lo importante aquí, seamos serios, es poder cortar la cecina en paz. 

Ha habido mucha broma (ahora se dice meme) con lo del kit antiguerra, o de salvación. Te imaginas el pack de inmediato, de venta en gasolineras, que es donde siempre entramos cuando vamos huyendo. Kit de guerra, esa publicidad. Dicen que en Europa lo hicieron sin mala intención, quién sabe si se abre aquí una industria de temporada, toda una línea, una veta de negocio (o un nicho, que viene más al caso), si dejamos de lado la industria militar, que también va muy al alza. Kits monos, kits de tendencia (bélica, o sea). Kits de camuflaje verdeoliva: que parezcan otra cosa. Nunca creímos que íbamos a llegar a esto, la verdad, como nunca consideramos necesarios los refugios (no hay tornados tampoco, al menos de momento). Ahora se nos aconseja el kit de mano, métalo en su maletero, no lo deje en casa. En la edad de los móviles y las aplicaciones, resulta que nos piden, creo, que llevemos pastillas de yodo, una navaja suiza y una radio con pilas, o sea, el transistor de oír Carrusel Deportivo, por si acaso. 

Comprendo la alarma, perdonen el humor. No se puede vivir sin un buen agobio, parece que uno no le pone interés. Es como lo del fútbol, salvando las distancias, aquí en León. ¿Qué sería un ascenso sin sufrimiento? Nosotros somos muy del sufrimiento, de lo imposible de toda imposibilidad. Paseamos el escepticismo, cultivado gracias a un sinnúmero de decepciones. Y, viendo a la Cultural flojear de manera muy alarmante (no valen paños calientes, oiga), muy en plan ‘Segundas vueltas nunca fueron buenas’, te entra ese agobio que nos es tan natural, ese agobio en el que nos reconocemos. Como ocurre con todo, ya verán lo bien que se disfruta un ascenso después de haberlo pasado tan mal. (No hay kit para esto, creo, salvo los justos goles de Manu, si vuelve a esa sana costumbre). 

Pero lo que decía. Este es tiempo de kits. Como los kits de la barbacoa, pongamos. No es por faltar, sé que estamos en un apuro. En el kit de supervivencia ponga siempre el sentido del humor. Europa avisa: vayan pillando kits, porque los tiempos son difíciles. Un kit se lleva como la neverita de la playa. Los refugios ya exigen otro nivel. Como las reformas están por las nubes (todo está por las nubes), no creo que dé tiempo a reconvertir establos y sótanos. Metro no tenemos. Aparcamientos, sí. Leo que en Europa hay países que mantienen refugios desde la Segunda Guerra Mundial, no sé si reutilizados o abandonados. En Finlandia, que linda mucho con Rusia, siempre los ha habido, pero, claro, no son demasiados habitantes. Incluso leo que algunos tienen cierto nivel, no sé si piscinas, tal vez lo he soñado. Uno sueña refugios, ya puestos. Refugios que no se parezcan a un alpendre del jardín, sino a un centro comercial subterráneo. 

Da mucha rabia que estemos hablando de todo esto. Mucha rabia. Por culpa de esta desconfiguración del mundo, por culpa de estos nuevos liderazgos que parecen sufrir una ida de olla importante. Gente que, como en el caso de Trump, ha sido votada, no sé si te has fijado. Hay una especie de flojera mental, un dejarse ir, un aquí yo con un par de huevos, y luego vienen los lloros. El espectáculo mundial que está dando está peña tiene pocos precedentes, no por el toque autoritario y rancio, que de eso siempre ha habido y en este país lo sabemos, que tuvimos nuestra dictadura, a ver si no, sino por el ridículo inmenso que despliegan allá donde van. Estos matones, ahítos de pasta, que se dedican a acojonar a los débiles, a creerse los putos amos del cotarro. Que nos dicen lo que tenemos que hacer. El poder es un asunto grave, pero en manos de un narcisista el poder lo incendia todo, por ese dulce placer de ver el incendio en todas las pantallas. 

Aquí, Europa se encuentra con una nueva soledad. Mejor sola que mal acompañada, es muy cierto, pero la realidad es que se vienen tiempos difíciles. Con kit y sin kit. No debería atemorizarse a la población, el miedo es un arma poderosa, y llevamos tantos años de paz, porque Europa es un gran proyecto, que cuesta hacerse a la idea de que la estupidez se apodere del mundo. Groenlandia es ahora el icono de la libertad. El símbolo de lo que hay que defender. La lucha contra las nuevas ideas imperiales que ven en el deshielo y en la minería una forma de hacerse con el timón del planeta. El totalitarismo se abre camino con descaro, con infinito desparpajo, con el mismo libro de estilo de cualquier matón. La democracia molesta y Europa molesta mucho más a los nuevos ídolos de la barbarie. 

Lo decía Luis Grau muy bien ayer aquí. La verdadera mochila es otra. El kit que se nos distribuye es otro. Y el miedo, añadiría yo, que todo lo mueve. Comprendo la velocidad del sindiós, la rapidez con la que las nuevas autocracias están dinamitando el equilibrio de un mundo que no les favorece. Comprendo el apuro de Europa, la relativa sorpresa de que todo se desmonte a toda prisa, y eso que Trump ya apuntaba maneras. Comprendo el agobio, en el que nos reconocemos, porque la ola de estulticia es en realidad un tsunami. Nadie duda del tamaño del peligro. No hay kit contra la avalancha de estupidez, salvo, quizás, la gente corriente.

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