miguel-soto.jpg

Conejo paralizado

10/11/2024
 Actualizado a 10/11/2024
Guardar

Es sabido que transmitimos tanto o más con el lenguaje no verbal que con el verbal. Y que provocaremos un cortocircuito comunicativo cuando la expresión facial no acompañe a las palabras según lo convencionalmente establecido. Esto significa que no hay sorpresa por mucho «¡anda!» sin cejas elevadas y ojos abiertos, la tristeza no cuela sin los párpados superiores bajos y las comisuras apuntando igual y la ira precisa de «¡me cago en todo!» con cejas bajas y juntas y labios apretados.

Pero es verdaderamente complicado para muchos de nosotros controlar simultáneamente tanto elemento facial. Somos multitud los que la mangamos intentando aquel maridaje, pudiendo llegar a mostrar crispación cuando lo único que queremos es demostrar interés, y así todo. No están solos esa reportera que parece sonreír cuando da una noticia dramática ni el compañero de trabajo que cuenta su bodorrio con rostro de acelga. Yo me he visto en un vídeo hablando entusiasmado de otra persona y poniendo a la vez cara de conejo paralizado por las largas del coche. La dilatación pupilar como señal de interés por el otro puede descontrolarse lo mismo que los labios cuando se curvan sin querer. Ya es bastante para los pobres morritos facilitar el flujo discursivo en este país donde la interrupción es la norma. 

Pero esto hay que arreglarlo, me dije un día, convencido como si hubiese pagado ‘10k’ por un curso de crecimiento personal de algún estafador influyente. Dado que la postura y los gestos son observables por uno mismo, entendía que no se aceptase disculpa ni se diese cuartel con ellos. Mientras que no escandalizará que para lo de controlar el jerol necesitase ayuda. Asumiendo que escasearía la disposición a darme un empujoncito de ‘feedback’ entre los míos, opté por entrenar por mi cuenta con videollamadas. Cada una que hacía me servía para practicar el ajuste fino de cejamen, morral y párpados con lo que decía. Y en mi ingenuidad creía que de algo me servía practicar de manera precisa (y tortuosa) cada correlación de ánimo y expresión. 

Hasta que de tanto contemplarme poniendo microgestos descubrí que la cámara frontal de mi teléfono devuelve imagen de espejo. Que no produce extrañamiento porque es la imagen propia con la que estamos familiarizados pero que tampoco es la que ven los demás sino su inversión. Y ya se sabe que no es lo mismo llevar los ojos hacia arriba a la derecha que a la izquierda cuando uno da explicaciones. Qué decepción no llegar ni a aprendiz de comunicador.

Lo más leído