Está a punto de producirse un conflicto «franco-checo» en esta calamidad de Comunidad Autónoma en la que nos movemos… Resulta que la D.O. Rueda, que campa sus reales en la provincia de Valladolid, está como loca por plantar en sus campos cepas de la uva ‘Godello’, que hasta ahora se daba en el Bierzo, en Valdeorras y en Monterrey. Y de estas tres D.O, la que más hectáreas tiene plantadas y que más kilos recoge es, por supuesto, el Bierzo. La uva ‘Godello’ es extraordinaria y hace unos vinos son usía, riquísimos y, lo más importante, nada empalagosos; todo lo contrario que los que produce Rueda, que están hechos, en su inmensa mayoría, con la uva ‘Verdejo’. Si te tomas un vino de estos y no está bien logrado, que por desgracia son los más, parece que te estás comiendo una manzana, una pera y unas uvas todo junto, como en un batido. El exceso de frutalidad es lo que tiene… Dejando a un lado la guerra geográfica, uno no logra entender el porqué de este enfrentamiento. A mi me parece muy bien que aquí, en León, se puedan sembrar viñas de ‘Syrah’ (que da unos vinos que nada tienen que envidiar a los Tempranillos o a los Mencías, más bien al contrario), o de Macabeo, pongo por caso. Si no se hace es por la sobreprotección que hacen las D.O. de los suyos, cuándo no debería ser así y, en realidad, nunca lo fue, históricamente hablando. La zona de León que más Mencía tenía no era el Bierzo, sino Sahagún, con Gordaliza del Pino a la cabeza; y esto fue así hasta antes de ayer.
Y luego están los precios… Hace treinta años, cuando uno iba al Bierzo un día sí y otro también, una botella de ‘Godello’ costaba, todo lo más, doscientas pesetas y era tan bueno como el que se produce actualmente. Hoy, la botella más barata de este vino no baja de los siete ‘aurelios’, y te puede subir, a poco que escogas un poco por tener muy fino el paladar, hasta los quince o más. Esta tendencia, absolutamente suicida, sucede con todos los vinos y en todas las regiones vinícolas de este país. A poco que indagues en Internet, te darás cuenta que «el más tonto hace relojes». Uno, que lo hace de vez en cuando, no da crédito a lo que sucede: si buscas comprar un vino de Rioja, de Ribera de Duero, de Toro, del Priorato o, mismamente del Bierzo, sabes que la hostia va a ser de antología. ¡Ríete tú de los Lamborghini de Sánchez! Pero es que también pasa con los vinos que proceden de sitios que, hasta ahora, eran, digamos, de segunda división: la Manchuela, Sierra de Málaga, Jumilla o Ribera del Guadiana…
Con lo que no queda más remedio que darte cuenta que el vino se ha convertido en un artículo de lujo, en un artículo de sibaritas…, o de gente que quiere aparentar lo que no es. Nadie entiende de vinos…, o muy poca gente. Además, tenemos el prurito de alternar con crianzas, lo que es una estupidez, porque al tercero que tomes, te pueden dar gato por liebre y tú a verlas venir. Se chatea, siempre se hizo, con vino de «la traída» o, como mucho, del año: vino sin complicaciones, facilísimo de beber y que, con tapa, sabe de puta madre. Hacerse el interesante bebiendo un Ribera o con un Bierzo de crianza es una tontería y un signo inequívoco de que eres un snob o un nuevo rico al que se le cae el dinero de los bolsillos…
Y no hablamos de los vinos extranjeros, porque no tendríamos tiempo ni lugar…, pero van dos apuntes: Tengo un compadre italiano, Ángelo, que fumó y bebió lo que no está en los escritos; y siempre me dijo que los vinos de su país no tienen un puto pase…¡Vete tú a comprar un ‘Barolo’!; te dejas la hijuela, como poco. Es cierto que los italianos, en esto del marketing, son unos genios dignos de envidia: no hay más que ver como venden su aceite de oliva, sus pizzas y sus pastas en todo el ancho mundo. Y pasa lo mismo con los argentinos y su ‘Malbec’. Uno conoció, y se hizo amigo, de un argentino que regentaba un bar en el Cid y que era fanático del San Lorenzo de Almagro, el equipo de fútbol del que son hinchas furibundos el Papa Francisco y Viggo Mortensen. En el bar del susodicho había dos botellas de ‘Malbec’ y un buen día le dije que abriera una, que nos la bebíamos los dos como buenos amigos: no me hizo caso, ¡por supuesto, y en su lugar abrió una de Ribera y que estaba, doy fe, cojonudo. «Este otro, –me dijo–, déjaselo para las llamas y las alpacas».
El mundo del vino está sujeto, como todos los demás, a las modas. Y dárselas de sabelotodo es importante para quedar bien, para saber que eres un tipo muy viajao, casi de vuelta de todo.
Al final, supongo, es como ir a jalar a un restaurante con estrella Michelín. A mi, las veces que fui, me gusto mucho, pero pensando en la jugada de la relación calidad-precio, no tiene un pase. Es infinitamente mejor ir a ‘La Curiosa’ de Mansilla quince veces. No habrá tanta mariconada, pero saldrás satisfecho y harto, en el mejor sentido de la palabra. Salud y anarquía.