Pasas San Emiliano y la suavidad de las rectas te invita, con todas las precauciones, a perder la vista en el paisaje. La hierba se ve tan sabrosa y crujiente que por un momento te gustaría ser caballo o yegua, Babieca en lugar de Cid Campeador. Al fondo del valle, en los chopos que acompañan al río que más abajo vierte sus aguas al Luna, verás las únicas pinceladas que el otoño es capaz de arrancarle a Babia, comarca todo el año privilegiada pero en la que esta época no resulta tan espectacular como en otros parajes de la provincia porque, cuando la riqueza se medía en las ovejas, los árboles fueron sacrificados por pastos. La carretera transcurre paralela a una mole de caliza, la gran peña sobre la que pivota esta provincia y que destaca en todos sus horizontes, redonda desde Tierra de Campos, punzante conforme te acercas a ella. Si a esa altura te sientes observado, es su majestad Ubiña. Por las crestas se suceden nombres legendarios que los montañeros repiten con tanta facilidad como los futboleros las alineaciones: la Chica, el Collado del Ronzón, la Grande, los Huertos del Diablo, los Fontanes, los Portillines, los Castillines... A los lados de la carretera, los que se suceden son Candemuela, Villargusán, Genestosa, Torrebarrio... pueblos como borlas en las faldas de Ubiña. Las nubes se agarran a las peñas del puerto Ventana pero, en las primeras rampas, coges el desvío a la izquierda. Empiezas primero a bajar hacia un desfiladero y se van sucediendo las cascadas y los pastos en primitivos bancales hasta llegar a Torrestío, donde encontrarás varios hórreos, una señal de peligro que te alerta de que puede haber gallinas sueltas y, desde mañana, también la carretera que sube hasta la Farrapona, uno de esos no tan pocos parajes capaces de sumar las bellezas de León y de Asturias. Desde allí, en un paseo, se puede llegar a los alucinantes lagos de Saliencia, espejos en los que las nubes se reflejan creando una atmósfera mágica que te permite alejarte por un rato del mundo. En el alto, durante buena parte del año, se puede disfrutar del atardecer sentado en una alpaca, tomando cerveza de castañas y hamburguesa de jabalí, con el mar de nubes al fondo hacia el lado asturiano y la piedra enrojecida de las Ubiñas hacia el leonés, lo que puede convertir a cualquiera en amante del postureo.
Políticos de todo rango y condición, quizá los pioneros en el arte del postureo, han quedado allí mismo mañana por la mañana para hacerse unas cuantas fotos y presumir de la apertura de la carretera por esta provincia que, en cambio, desde Somiedo lleva asfaltada hace aproximadamente sesenta años. Resulta contradictorio que llegando tan tarde vean motivos para celebrar algo, y resulta aún más contradictorio que, ya de estar tan cerca, no se acerquen hasta Pinos, otro lugar fascinante que pertenece a León aunque, como la Farrapona hasta ahora, sólo tenga asfalto por Asturias.
Pero si de enumerar contradicciones se trata, por aquí vamos todos bien servidos, y no sólo los políticos. El que esté libre de pecado... Allí mismo, en Torrestío, regentó durante casi un par de décadas un acogedor bar un madrileño que no perdió el ejque en todo ese tiempo pero que ha terminado demostrando que se había empapado hasta las trancas del carácter leonés: después de ser uno de los mas reivindicativos pidiendo que se abriera la carretera, ha decidido cerrar su bar cuando por fin ha llegado tan anhelado momento. No sea que se me llene esto de gente, ya sabes. Sólo me consuela que aquella sopa de setas y aquellos filetes de potro estarán para siempre en mi memoria.
Otra cosa no, pero en esta tierra tenemos contradicciones para exportar, en la montaña, la ribera, el páramo y la meseta. Ahí está nuestra Universidad de León, sin ir más lejos y sin entrar en la evidente contradicción que supone asumir el coste y el sacrificio de la formación de miles de jóvenes leoneses que ahora ya no sé si se licencian o se gradúan pero sí sé que, como antes, se tienen que ir fuera para que otros territorios se beneficien de su talento. A esa contradicción hay que añadir que este año nuestra Universidad imparte un curso para que profesores de instituto impulsen el leonés en sus aulas, mientras cada vez más colegios están renunciando al bilingüismo (de inglés y español, por si alguien duda). Contradictorio es también para el discurso leonesista que, pese a la cantidad de argumentos irrefutables que avalan la reclamación de una autonomía propia, haya que recocer que la única administración que en los últimos años parece haber despertado y puesto en marcha todos sus proyectos pendientes en esta provincia sea la Junta de Castilla y León... aunque sea indudable que acumula tanta deuda histórica que debería seguir al mismo ritmo otros cuarenta años. Contradictorio es también que los sindicatos llamen a los leoneses a manifestarse el domingo que viene y, de nuevo, por culpa de sus hipotecas políticas, consientan que vayan detrás de la pancarta, a buen seguro que haciéndose fotos como pioneros del postureo que son, los responsables directos del abandono contra el que se supone que nos tenemos que manifestar. Y contradictorio es también, quizá lo que más, que pese a la evidencia de ese abandono, demostrado por todos los indicadores sociales y económicos, resulta que la mitad de los pisos que aquí se han comprado en lo que va de este año se hayan pagado sin la necesidad de pedir una hipoteca.
Podría seguir enumerando contradicciones leonesas, de las que soy tan partícipe como el que más, pero las explicaciones las dejo mejor para que los leoneses sigan dándose la razón a la hora del vermú.