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Control de daños

29/12/2024
 Actualizado a 29/12/2024
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Intento ser optimista, en serio que lo intento. Y sin embargo… Echo la vista atrás a este año y no encuentro acontecimientos que apuntalen esa opción. Aquella monserga de salir mejores del achuchón pandémico se volvió del revés. El ataque de candidez autocomplaciente era de esperar, pero a la contra nos hemos pasado de frenada.

Los problemas más candentes y trascendentales siguen sin afrontarse de forma decidida y la llegada al poder de personajes siniestros, negacionistas o sencillamente fanáticos no augura nada bueno. El Reloj del Juicio Final nunca ha estado más cerca de la medianoche pero, a diferencia de cuando antaño la gente se preocupaba de ello hasta la psicosis, por efecto péndulo la despreocupación marca de la época parece desentenderse de guerras, bloques, callejones sin salida y sus consecuencias. Occidente se entrega a un sálvese quien pueda en forma de lucecitas navideñas y actividades recreativas «que nos merecemos», mientras frívolamente vemos crecer la mala hierba del fascismo. Y discúlpenme el jarro de agua en estas fechas.

En lo de aquí, la situación cada día es más contradictoria y hasta incoherente: un país que encabeza el crecimiento económico, con empleo en sus mejores cifras y asistencia social creciente, envidia de muchos, vive sin embargo enfangado en diatribas políticas de baja estofa y maniobras judiciales sospechosísimas. Una lástima no poder celebrar siquiera las buenas coyunturas.

Lo peor, con todo, han sido las muertes evitables. Fallecidos en las riadas que podrían haberse salvado de no mediar negligencias evidentes; mujeres asesinadas cada semana, cada día, por actitudes aún negadas en algunas instituciones y partidos; emigrantes desesperados y despreciados… ciudadanos desamparados por los poderes públicos.

Y sobre todo, Gaza. La feroz y criminal invasión de Gaza por Israel ejemplifica lo que podemos temer de un horizonte tan ennegrecido: niños, ancianos, mujeres, muertos inocentes (su número alcanza ya la mitad del de esta ciudad, imagínenlo). Una crueldad genocida e impune y una comunidad internacional que asume la situación quebrando el llamado orden internacional con la hipocresía suficiente para que nunca más nadie pueda volver a invocarlo en nombre de ninguna causa. ¿Cómo podría, después de Gaza, decir alguien que se viola el derecho? ¿Cómo podrían invocarse la ley, los tratados internacionales, la justicia, la moral o la misma humanidad ante las atrocidades que se consienten o ignoran en ese enorme campo de concentración? 2024 ha sido el año de los gazatíes, de los asesinados y de los que aún sufren allí. Quizás 2025 sea distinto. No tengo mucha esperanza. Intentaré, intentemos, avivarla.

 

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