¿Y por qué no los corchos y las fuentes?
De nuestras andanzas por las tierras leonesas de todas las áreas geográficas, tenemos no pocos nombres de fuentes y de corchos anotados. Constituyen un hermoso capítulo de toponimia menor, con muchas derivas significativas.
El pasado primero de mayo, nos decidimos ir Esla arriba y, pasada Cistierna, una vez remontada también la desviación a Valdoré, continuamos y, desviándonos por un corto tramo de carretera, llegamos hasta Villayandre, un pueblecito, en la margen izquierda del Esla, aprisionado su espacio entre el curso del río y los altos montes.
Nos encontramos con dos hombres conversando entre sí, uno de ellos en un descanso en su labor de edificación de una casa. Y pegamos la hebra con ellos. Cástor, de 72 años, nos contó varias tradiciones, que le grabamos. Y, ante la pregunta de nombres de fuentes en el término de su pueblo, nos fue diciendo: la fuente de la Vallina la Abispal, El Gargallo, la fuente la Huera (o la Güera, o la Buera), a la orilla del río…
Y, en el rato que estuvimos con Cástor, mantuvimos una significativa conversación con él, a la que se incorporó Ramón, otro anciano que había cumplido unos años más. Porque, en tales conversaciones, le vamos tomando el pulso a nuestros pueblos y, de labios de sus gentes, vamos salvando, en lo posible, la memoria de la vida tradicional campesina.
Pero luego, el siguiente sábado por la tarde, en nuestras andanzas por La Sobarriba, nos encontramos con un hombre en Carbajosa, que nos fue nombrando también los nombres de las fuentes de aquellos pagos. La fuente del Truébano, de Barrucio, de Valdefuyaco, del Pical, la fuente el Saz…, entre otras. Pero es que, antes, en Villafeliz, habíamos visto, en el rótulo de la denominación de una calle: El Corcho.
Y es que, en determinadas áreas de la provincia de León, el corcho es una fuente que se halla por lo general en el monte y cuyo manadero se hace acceder mediante el cilindro de un tronco de árbol vaciado, por lo general de roble. Y es que la madera, en contacto con el agua, no se pudre ni deteriora, resiste y se mantiene.
En la comarca de Rueda, también en el ámbito del Esla, los montes están constelados de corchos, de fuentes que servían a los pastores y a los rebaños para saciar la sed. En Valporquero de Rueda, están el corcho del Acebal, de la Cacha, o el corcho Callejo; en Valdealcón, el corcho de Arriba, de Abajo, de Tieros…; mientras que, en San Bartolomé de Rueda, tenemos el de Valdemorisca; o, en Cubillas, el de las Güelgas.
Si nos trasladamos al Bierzo, tenemos fontales, fontelas y fontes o fuentes. Así, en Carracedelo, están el Fontal Antiguo o el de Entre los Prados; en Corullón, las fontelas de San Martín, o también la fuente del Moro…
Y, así, podríamos ir comarca por comarca y la relación de corchos y de fuentes se haría interminable. Son muy significativos y entrañables los diminutivos aplicados a ellas: la Fontiña (Dragonte), las Fuenticas (Villapadierna), la Fontanina (Llamas de la Ribera), las Fontanillas (Moral de la Puente), la Fontanilla Bajera (Ambasaguas de Curueño)…
¿Y los nombres de pueblos con el término ‘fuente’ a ellos incorporado? Foncebadón, Fonfría, Fontanil de los Oteros, Fontanos de Torío, Fontecha, Fontoria, Fontún, Fuente de Oliva, Fuentes de Carbajal y Carbajal de Fuentes, Fuentes Nuevas, Fuentes de Peñacorada…
El agua ha sido, es y será siempre de vital importancia para los distintos usos que toda comunidad humana necesita. En nuestros pueblos, los manantiales han sido siempre bautizados con nombres muy hermosos. Todo un capítulo de la toponimia menor, que no hemos querido dejar olvidado, en este descenso a la provincia que venimos realizando.