¿Han pensado alguna vez acerca de lo que serían capaces de hacer por mantener su puesto de trabajo? ¿Cuál sería su línea roja? Si la estabilidad de su familia y su forma de vida se viese amenazada ¿qué haría? ¿Acataría las directrices de sus superiores, aunque el dilema moral fuese terrible para usted? Lo lamentable es que muchos contestarán que sí. Por su familia, por los años invertidos, porque aquí sálvese quien pueda. En ese sentido respira la película ‘Corporate’. Fue la ópera prima del francés Nicolas Silhol que, aunque carece de valor como obra fílmica, me parece interesante por estar inspirada en los eventos que acontecieron en el año 2011 en la empresa France Telecom (Orange desde 2013) en la que se produjeron una serie de suicidios, en concreto 19, en plena reestructuración de la compañía. Después de esta tragedia, los ex miembros de la cúpula fueron condenados por «acoso moral» y «complicidad en el acoso moral» de sus antiguos empleados. France Telecom fue la primera empresa francesa condenada en Francia por acoso moral.
El filme no está basado en hechos reales, pero acredita que no hay nada perteneciente a la ficción en los procedimientos que se aplicaron por Recursos Humanos y que se muestran en pantalla. Imagínense la intensidad de la manipulación y el abuso que debieron ejercerse sobre los empleados, que en la demanda por acoso moral se vieron 39 casos: 19 empleados que se suicidaron, 12 que lo intentaron y ocho que sufrieron una depresión aguda o tuvieron que tomar una baja por enfermedad. Desde el primer momento detestamos a Emilie, la ejecutiva al cargo de Recursos humanos, que mantiene una «estrecha» relación con su jefe y cuya consigna es «beneficio a cualquier precio». Es ella quien tiene como tarea principal la creación sistemática de barreras y humillaciones que pretenden que los empleados presenten su renuncia, ahorrando a la empresa indemnizaciones por despidos improcedentes y una crisis de comunicación derivada del recorte masivo de empleados. Sin embargo, cuando uno de los trabajadores se suicida delante de todos en la propia empresa, el rumbo de los acontecimientos cambia y la entidad comienza a ser investigada. Se van a depurar responsabilidades y a dilucidar las causas. Las tornas cambian.
Últimamente he visto varias películas interesantes sobre personajes poderosos que son incapaces de mostrar empatía para con nadie que no sea su propia familia o los individuos que precisan para medrar. Películas sobre psicópatas integrados, impecables en público, encantadores de serpientes que han llegado lejos, aupados por un capitalismo salvaje, poniéndose la ética por montera y viendo como sus triunfos son celebrados por la corporación. Obvian que cuando una entidad mantiene una política, no hace distingos. Lo sufrirán cuando la cosa se ponga fea, cuando den un mal paso y la corporación les muestre su cara menos amable. Y es que antes que caer, la corporación se deshace de quien sea necesario para apaciguar a los inversionistas y a la prensa. Antes que caer, la corporación cortará las cabezas necesarias. Mr Workaholic de Antoine Russbach es otro buen ejemplo. La historia de un tipo que tras una carrera meteórica toma una decisión errónea al serle comunicado que un polizón se ha colado en uno de los barcos comerciales de la empresa. Eliminarle es su decisión, ya que toda maniobra de la embarcación que se desvíe del trayecto planeado tendría un coste monumental. Esta decisión marcará su vida a partir de entonces, pero no por los motivos que creen. Ambas películas carecen de interés estético o interpretativo, aparte de pecar de maniqueas en la construcción de los personajes, pero abordan un tema necesario. El de la cosificación de los empleados y de cualquiera que se interponga entre la corporación y su beneficio. Poco importa la lealtad, el tiempo de vida invertido en ella o la situación presente del trabajador. En ambas películas se ofrece un falso arco del personaje, que, aunque da la impresión de haberse retractado, en el fondo sigue funcionando como un anodino e inhumano mecanismo calculador.