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Las cosas de comer se anuncian claras en Frutilandia

18/06/2024
 Actualizado a 18/06/2024
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Cuando salgo por la mañana a llevar a cabo las obligaciones que, por razones de la edad y situación personal, uno tiene asignadas, que no impuestas, sin que ello suponga esfuerzo no tolerable, de momento.

La labor más importante, sin lugar a dudas, es la de realizar la conocida e indispensable compra, cuando la tienes que hacer tú solo, valorando lo que en otro momento no hacías porque te lo daban hecho sin que lo apreciaras pensando que, sobre todo los de nuestra generación machista, te sintieras con derecho de pernada desde niños en perjuicio de las mujeres, cosa que hoy casi no pasa, porque nacimos con esa formación, deformada, en la cual los derechos solo los teníamos los hombre, sin más merito que el haber nacido varón, que suena mejor que hombre.

Hoy es frecuente, ver indistintamente a hombres y mujeres portando las compras diarias sin que ello lleve ningún apelativo vergonzoso por razón del sexo. Reconozco que a mi esto me llegó en la situación indeseada en la que vivo, pero observo con satisfacción ver a muchos hombres con el carrito de la compra (como debe ser) como si estuvieran en el bar tomando algo.

A lo que iba, en una de estas, entro en un una frutería cercana a mi domicilio donde su joven propietario (Kevin se llama) me atiende con amabilidad, después de haber hecho lo mismo con una clienta, y mientras elijo el producto en cuestión que voy a comprar, leo un cartel a la vista que me despertó el sentido de la gracia, y el doble sentido, que actualmente ya no se ve tanto, con la siguiente leyenda: ‘No se olvide de los huevos’.

Ello me hizo revivir a esos trabajadores, hoy la mayoría autónomos, que sabían sacar una sonrisa a los clientes como una manera de fidelizar (como se dice hoy en argot de marketing o estudio de ventas) a la clientela que, día a día, nos aprovisionaba de lo que nos alimentamos y sobre todo, si lo hacemos en las pequeñas tiendas que todavía perviven en la cercanías, donde el trato, sin que en los llamados grandes almacenes los empleados, en su mayoría, no lo hagan igual.

En estas citadas tiendas se puede charlar, más o menos, tranquilamente con quien te atiende, sin que el empleado en cuestión, como una maquina repetidora, te pueda dedicar, en la mayoría de los casos, una brevísima conversación.

Para gustos hay colores y sabores que te hace, como he comentado anteriormente, muchos más llevadera la compra, porque, como en los bares, también se hacen amistades mientras se atienden a las personas que están delante de uno sin agobio.

En definitiva, sin lugar a dudas, yo prefiero la inteligencia personal, antes que la artificial, la cual, como su nombre indica, permite que se realicen tareas similares a las de los humanos. Me quedo con lo primero y con los huevos que se anuncian en la tienda Frutilandia y que Kevin te sirve con el mayor esmero.

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