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La coxartrosis de Pepe Contreras

07/06/2024
 Actualizado a 07/06/2024
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Por indicación de su médico de cabecera, al humorista leonés Pepe Contreras le hicieron una radiografía de la pierna izquierda. Dolencia originada a raíz de un mal pie al saltar el potro durante el servicio militar en Ferral del Bernesga. El diagnóstico médico en aquel momento se limitó a: ¡Vitamina A, linimento y venda! Dicho con contundencia por un médico que se volvía medio loco cuando veía una fila numerosa de reclutas a la espera de ser reconocidos.

Ello obligó a Pepe a seguir la instrucción militar con la rodilla vendada, sin poder doblarla cuando la obligación lo requería, como así sucedió en el ritual de la jura de bandera.

Paulatinamente fueron aumentando las molestias en la pierna afectada, que hacía ya de él un andante con ostensible cojera. Hasta que Pepe decidió consultar a un traumatólogo alcanzando los cincuenta tacos.

– Observe usted su rodilla –mostróle el especialista–. Tiene muy afectada la articulación. Con los años llegará probablemente a una coxartrosis, esto es, a un proceso degenerativo no reversible que seguramente le acabará afectando a la cadera. 

En el zaguán de los ochenta abriles, y a instancia de su médico de cabecera, le hicieron a Pepe una radiografía de la pierna izquierda, desde el tobillo a la cadera, pues apenas podía caminar. La enfermera de rayos X le indicó que debería desvestirse de medio cuerpo para abajo, excepto los calcetines. Pepe entendió que también incluía quitarse los calzoncillos y así se presentó en pelotas ante la radióloga.

– Pero, hombre, pero hombre, ¡virgen santísima de los santisímicos altares! –exclamó la doctora tapándose los ojos– ¡los calzoncillos no, por favor!

– ¡Bah!, qué más da doctora –afirmó Pepe. Mire, mire, no se reprima, ¡para lo que hay que ver! Y, si no le importa, le cuento algo que me ocurre cada día cuando medio dormido voy al cuarto de baño un par de veces por la noche para orinar.

–Cuente, cuente, –le dijo la doctora expectante con ojos ya destapados.

– Pues, le cuento. Como un sonámbulo voy a medianoche hasta el retrete, bajo la vista y, concentrando la mirada en el miembrecillo lánguido y alicaído como un pajarito sin alas, que sostengo con los dedos, no me resisto a regañarle: 

– ¿Te das cuenta lo ingrato que eres? Cuando antaño mi excitación sexual lo demandaba, te erigías altivo puesto en fiesta llenándome de efervescencia hasta lo sublime. Ahora solo te pido una miaja de eminencia...y tú...¡ni con ayuda de una grúa te levantas, descastado cacho cabrón!

Pepe Contreras ya había pasado por anterior consulta médica a consecuencia de un malestar testicular que le traía a mal traer. Llegada la cita de nuevo reconocimiento tras haber tomado la medicación recomendada, el médico, en este caso, comentó: 

– Vayamos a ver cómo... van... esos... ‘huevecillos’, señor Contreras. 

Pero, al echarle mano en la entrepierna, el facultativo exclamó con sorpresa:

– ¡Pero, por amor de Dios, señor Contreras, si se han vuelto tan chiquitines que se me escapan como topillos huyendo de mis manos!

– No se preocupe –le respondió Pepe–, a un servidor le pasa lo mismo. Cuando me viene la gana de evacuar me cuesta lo mío encontrar las partes tanteando entre las ingles, pero siempre me las topo.

La coxartrosis pronosticada de Pepe Contreras resulto, a su pesar y desgracia, completamente acertada y muy problemático un posible remedio. ¿Y los ‘huevecillos’, pues....., como el organillo intermedio, cada vez más escuchimizados. 

¡Pobre Pepe Contreras, hoy a penas en su vivir, antaño el hazmerreír en privado y en escenas el encanto de las nenas!

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