18/07/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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En el mundo hay una crisis permanente de identidad, valores y cultura que no se resuelve porque el ser humano no sabe resolver algo tan simple como detener su actividad para reflexionar, ya que de lo contrario la riqueza que atesora no se incrementa en la medida que su ambición planea.

Mientras tanto la inmensa mayoría, que depende de los prebostes pensantes, se devana los sesos, va al paro, tiene que migrar o pasar sus días entre el trabajo precario y la alienación que le ofrecen los medios audiovisuales y los políticos trapaceros y mentirosos.

El continente europeo no es ajeno a la ola de cambio cultural que se avecina y, quizás, de la desaparición de formas de convivencia que hagan surgir un alba civilizatoria diferente a la que disfrutamos.

Los signos son evidentes. Gobiernos débiles, invasiones de pueblos, guerras civiles, culturas que desean revivir la edad media, minorías que quieren imponer sistemas totalitarios, ambiciones desmedidas, corrupciones sin cuento, abusos empresariales, pícaros que engañan, moral por los suelos, ética que hace aguas y la estética al servicio de los más ineptos. Todo esto, bien aderezado, origina un producto que es inquietante y a todas luces tenebroso.

En la actualidad Europa ha dado la medida de sus posibilidades y obtiene en estos momentos el mayor suspenso de su historia.

Se veía venir ya que esta «unión de naciones» tuvo su origen en la «economía» y la política ha sido esencialmente burocrática y monetaria, los habitantes viven en función del «euro» y los sentimientos y valores humanos han sido arrinconados de forma descarada.

La «crisis humanitaria», migratoria y de refugiados, se ha presentado de forma explosiva y sin que lo hubieran previsto los prebostes europeos hartos, eso sí, de reuniones matinales, vespertinas y nocturnas sin llegar a acuerdos eficaces.

EE. UU. se ha cansado de ser el «guardián» de los europeos espabilados y ventajistas que no saben defender su territorio y tienen que ser siempre los anglosajones los que pongan puertas al campo. Ellos tampoco son monjitas de la caridad y se lo llevan crudo cuando pueden.

Los musulmanes están empeñados en darnos el té moviendo fichas medievales en Oriente Próximo, Medio y Lejano, cortando cabezas y despeñando cristianos y no cristianos. La Cruz es su enemiga máxima y los cristianos objeto de sus «lindezas». Los europeos populistas anclados en sus discursos populacheros deseando dar una vuelta de tuerca hacia postulados trasnochados y revolucionarios. Los partidos tradicionales en las nubes y con tácticas trasnochadas y ahogados por la corrupción. En fin, un panorama que augura cambio de ciclo y no muy pacífico, como nos dicen algunos iluminados. Y así ha llegado lo que hace mucho tiempo cabía esperar.

Mientras la presión migratoria la soportaba España nadie se alteraba. Suecia se permitía el lujo de criticar a las autoridades españolas sobre las medidas de contención en la frontera del norte de África. Después Italia ha sufrido la avalancha y ahora son los Balcanes y la ola se extiende hacia Alemania, Austria… Todos han comenzado a reforzar las fronteras, a colocar filtros y los países nórdicos, tan beligerantes cuando se trata de criticar a los demás, ahora se ponen serios y ven con lupa a los refugiados, migrantes y todo tipo de personas que tratan de cruzar sus fronteras.

¿ Qué hace la Unión? Mirarse el ombligo, celebrar reuniones y reuniones y no llegar a acuerdos, y países como Hungría y Croacia refuerzan sus fronteras, porque no olvidemos que, además de las gentes que huyen horrorizadas por las salvajadas del Estado Islámico y los asesinatos sin cuento, hay una «invasión silenciosa» promovida por esos musulmanes radicales que desean luchar contra Occidente y colocar terroristas silentes y mujeres que propicien la demografía para realizar el sueño que siempre han tenido: la invasión de Occidente y el exterminio del infiel.

Como podemos comprobar todo un plan maquiavélico que se vale de las conductas adormecidas y acunadas por el bienestar opiáceo de la sociedad occidental.

¿Alguien en Europa se ha preguntado por qué los flujos de migración y refugiados vienen hacia Europa y no se dirigen van hacia los ricos emiratos que tienen la misma religión? y ¿ por qué estos emiratos y Arabia Saudí, ricos de solemnidad, no sueltan ni un dólar para sus correligionarios?

Esperemos que en algún momento Occidente despierte del letargo y defienda correctamente los principios del humanismo que tanto le han caracterizado.
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