«Él era único para tratarnos de usted sin marcar distancias. Único para confiar en nosotros más que nosotros mismos, y es que su empatía era más que palpable. Él siempre procuraba sacar lo mejor de cada uno de nosotros…La tristeza que envuelve todo cuando hay que despedirse de forma brusca, inesperada e injusta del compañero y amigo para muchos y del maestro para casi todos…». «El Giner se ha vestido de luto. Sus pasillos parecen más silenciosos, las clases más apáticas y todo está envuelto en un halo de tristeza».
De este modo despedía, mediante una carta manuscrita, al profesor Francisco Javier De la Rosa recientemente fallecido, Maite, alumna de segundo curso del Módulo de Formación Profesional de Emergencias Sanitarias.
«Insistía en que la educación era fundamental y que su función era conseguir de cada uno de nosotros técnicos de excelencia. Solo se le olvidó decirnos algo que con el tiempo descubriríamos en sus clases, el excelente era él, y nosotros simples aprendices».
¡Qué cabales son los alumnos y alumnas cuando nos hablan con el corazón en la mano!
Ellos detectan bien el pulso de nuestros humores y pareceres, saben reconocer el compromiso y la implicación del que les enseña. Bajo esa gruesa capa de hormonas descontroladas, yace latente el sentido común aterido por una adolescencia programada para liberar los impulsos. Pero el buen maestro, la maestra sabia, saben ver más allá.
Javier, era una de esas personas de mirada clara y sonrisa afable. Uno de esos compañeros que cuando te lo topas en la sala de profesores dulcifican las mañanas. De conversación amena y distendida, siempre traía algún proyecto entre manos en el que involucrar a su alumnado. En constante actitud de escucha, siempre había algún consejo para regalar, una palabra alentadora para animar. Me decía Raúl, profesor del
Departamento de Sanidad del centro, que este triste acontecimiento ha unido aún más a toda la comunidad educativa del Giner de los Ríos, de la que tuve la suerte de formar parte. Y que más adelante, tienen pensado confeccionarle un cuaderno de despedida.
El pasado miércoles, al día siguiente de su partida, una concentración de alumnos y alumnas y todo el profesorado escuchaba la lectura de la carta con la que he iniciado la columna de hoy, que pretende ser una sencillo planto periodístico que recuerde al que fue motor y alma del ciclo de Emergencias Sanitarias. Varias generaciones de emergencistas pasaron por su aula. Estos días las sirenas de las ambulancias sonarán más lejanas…
Urgen maestros comprometidos, que emerjan de entre la masa de los que andan desesperanzados, que no miran a ese alumno o alumna que es, sino al que puede llegar a ser. De los que aportan soluciones en lugar de enredarse en los problemas. Asertivos, cabales.
Profesores como Javier, del que tantos recuerdos quedan aún por anotar en ese cuaderno de despedida que está pendiente.