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Cuerpo de mujer

29/06/2024
 Actualizado a 29/06/2024
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En un ambiente onírico rasgaba la noche colmándola de sonoras brisas de magia y duende. Eran las notas flamencas de la guitarra de Gonzalo Valladares, guitarrista leonés al que no hace mucho tiempo nuestro Ful le dedicaba una amplia entrevista en uno de sus ya míticos reportajes. A lo largo de la misma un modesto Gonzalo desgranaba tímidamente algunos episodios de su biografía como el de aquel curso con Manolo Sanlúcar en la que el maestro le dijo, tras haberse atrevido a tocar Gonzalo para la concurrencia: «Tienes sensibilidad y duende muchacho, sigue tocando».

Y afortunadamente siguió su consejo. Fue la noche del pasado martes a las puertas de la Casa Botines y patrocinado por el Museo del mismo nombre y la Fundación Fundos cuando pudimos disfrutarle bajo una de estas noches sanjuaneras que vivimos estos días y que ya expiran. 

Gonzalo abrazaba a su guitarra y en lo alto San Jorge y un sorprendido dragón que esperaba la embestida del filo de la espada, paralizados como embelesados y pidiéndole una moratoria a la muerte, quizá aconsejados por Gaudí, a quien se homenajeaba por su ciento setenta y dos cumpleaños a la luz de tantas velas como número se celebraba. Un diez para los que planearon el evento. El mismo que se obtiene al realizar la suma de las cifras de su cumpleaños. Un acto idílico que perfumó la noche al ritmo de las acariciadoras notas del ‘Capricho Español’ que compuso un ruso y que quiso ser arma de seducción para que una guitarra con cuerpo de mujer, ya fuera leonesa, malagueña, o granadina, fuera tañida por soleares por manos prodigiosas que lo mismo congregaban a los campanilleros en la ‘madrugá’ que a los panaderos, eso sí todos ellos muy flamencos.

 Un concierto en el que también sonaron las notas del concierto de Aranjuez del maestro Joaquín Rodrigo mientras el hermoso palacio de Los Guzmanes también se pusiera medieval para reclamar su derecho de pernada en una noche de ensueño. 

Y para terminar, hermoso obsequio del maestro, la mirada al cielo clamando al Cristo de los Gitanos, el que anduvo en la mar. 

Noche flamenca en la que no pude por menos de sentir celos de aquella guitarra evocando la canción de Perales «yo sé que tienes celos de mi guitarra, yo se que tiemblan tus manos cuando me ves abrazarla así. Yo sé que tienes niña herido el alma».

Nos heriste, Gonzalo. Es lo que tiene andar regando las noches con exceso de belleza.

Ojalá volvamos a verte pronto, quizá en el Teatro Emperador, abrazando ese hermoso y sonoro cuerpo de mujer.

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