Como a unos veinte kilómetros de León en dirección a Mansilla de las Mulas, llaman la atención una serie de cavidades en las laderas de un cerro, que se pueden ver desde la autovía. Son las llamadas ‘Cuevas Menudas’, que se encuentran en el término municipal de Villasabariego, y que fueron excavadas por el ser humano. Durante décadas se pensó que eran prehistóricas –los estudios de Elías Gago Rabanal en 1902 y, especialmente, los de Julián Sanz Martínez en 1920, conllevaron su adscripción errónea al periodo Neolítico, y fueron declaradas Bien de Interés Cultural en 1985 al pensar que contenían manifestaciones de arte rupestre– pero, desde la década de 1980 –gracias, primero, a José Avelino Gutiérrez González y, después, sobre todo, a Vanessa Jimeno Guerra– son identificadas con eremitorios altomedievales –tesis comúnmente aceptada por los estudiosos–, de entre los siglos V y X, lugares aislados de la vida social para el retiro espiritual y poder alcanzar así la santidad. Era esta una práctica desarrollada en distintos lugares de la península en la Antigüedad tardía, basada en la forma de vida que llevaban los eremitas en Oriente a partir del s. III –san Antonio Abad, san Simeón el Estilita, san Atanasio de Alejandría…– y que –supongo que lo sepas– tuvo no poco seguimiento en el Bierzo con figuras como san Fructuoso, san Valerio o San Genadio.
Son, en total, diecisiete cuevas –en origen debieron de ser más, distribuidas probablemente en tres niveles–, de forma cuadrangular y pequeño tamaño en general, que desde el año 2021 están acondicionadas para su visita. Las vistas desde el mirador no te dejarán indiferente… Puedes subir en coche –el camino es bueno, aunque está sin asfaltar– hasta al lado mismo de la ciudad astur y romana de Lancia –y así, de paso, aprovechas para visitarla… que, aunque sea desde fuera de la valla, merece la pena–; y allí mismo comienza un paseo corto y agradable por las cuevas. Procura, en lo posible –eso sí–, que no te dé el sol de lleno…