Hace un mes, el informe TIMSS situaba a España a la cola de los países de la UE en conocimiento de matemáticas y ciencias, al inicio de la Educación Secundaria Obligatoria. La verdad es que no hubo sorpresas. Estamos acostumbrados a que, en cada clasificación internacional comparada sobre el nivel de la educación, España quede por los suelos. Hace un año, el informe PISA nos sacó los colores y, ahora, el estudio TIMSS certifica que vamos cada vez peor en Matemáticas y Ciencias en la Primaria. Lo esperábamos y se cumplieron los peores presagios. Los alumnos de Educación Primaria españoles no sólo no mejoran, sino que siguen empeorando en Matemáticas y Ciencias, las dos competencias básicas más importantes en esta etapa. Lo que está claro es que España no puede resignarse a ir acumulando fracasos en cada informe. Alguien debería dar la cara y decir que hemos hecho las cosas mal. Sería honesto que algún responsable saliera a la palestra y reconociera los errores y, sobre todo, como ya está ocurriendo en otros países con malos resultados, sería conveniente analizar las causas para empezar a aplicar soluciones. Hasta ahora, nada de esto ha ocurrido.
Lo único que ha publicado la prensa en este último mes es que los profesores tienen la culpa de esta debacle por los resultados obtenidos en Matemáticas en el Estudio TIMSS. Los titulares en los periódicos no pueden ser más ofensivos e injustos: ‘La baja formación matemática de los maestros lastra el nivel de los alumnos’ o ‘La receta para mejorar los resultados en matemáticas: profesores mejor formados y más motivados’. Es evidente que quieren cargar toda la responsabilidad a la mala preparación de los docentes para impartir esta asignatura. Y quieren demostrar que los profesores de matemáticas son los únicos culpables del gran fracaso obtenido en los informes PISA y TIMSS. ‘No estamos de acuerdo con esa opinión’. Los infortunados profesores de matemáticas que están luchando en el aula, día a día, para enseñar a los alumnos esta difícil asignatura, tienen que soportar, además, esta difamación.
Deseamos razonar esta defensa del profesorado, porque podría parecer que realmente los docentes son los culpables. Mi experiencia me dice que las matemáticas siempre han sido «el hueso» y en ellas los alumnos solían tener las peores calificaciones. Cuando se permitió a los alumnos de la ESO promocionar y pasar de curso con una o dos asignaturas pendientes, siempre estaban las matemáticas en ese lote. Hemos conocido alumnos que han llegado a la universidad sin haber aprobado jamás las matemáticas. Muchos de esos alumnos eligieron la opción de ciencias sociales y algunos ahora son maestros, y hasta pueden dar clases de matemáticas. La educación matemática empieza en infantil y primaria. Si los jóvenes maestros llegan a la facultad de Educación con bajo nivel matemático se van a sentir inseguros. En secundaria faltan matemáticos. Según el informe elaborado por el Comité Español de Matemáticas (Cemat) para el Ministerio de Educación, cada vez menos graduados eligen la docencia ante las atractivas ofertas laborales que tienen de otros sectores como el de las finanzas. Muchos profesores de instituto no son matemáticos y podrían tener un nivel insuficiente, ya que vienen de formaciones de física, ingeniería o economía. A pesar de todo, nuestra opinión es que la mayoría acumula muchos años de experiencia y tiene la formación necesaria para impartir su asignatura.
La causa principal del fracaso continuado de las Matemáticas en España en todos los informes es «otra». Ya es hora de señalar a los verdaderos culpables y que «cada palo aguante por su vela». La causa de este desbarajuste nace con la LOMLOE y su marcado espíritu buenista. Que ningún niño sufra o se traumatice por culpa de una asignatura o un suspenso. Que todos promocionen, aunque no sepan nada. No importa el número de suspensos pero que nadie repita. Así todos estarán contentos, los padres que ya votan y los alumnos que muy pronto votarán. Unos y otros saben perfectamente que los niños van a pasar de curso, aunque no sepan nada de Matemáticas. Con esas premisas, reúnes a treinta alumnos en una clase, de los que la mitad ni saben, ni quieren saber nada de las matemáticas, y pones en la tribuna al mejor profesor, premio Nobel de didáctica de las matemáticas, y el resultado será igual que el que tenemos ahora, pésimo. Porque cuando el profesor pierda la paciencia, al darse cuenta de que la mitad de la clase no le sigue, y grite a los alumnos, estos le responderán como el baturro al que se le va acercando el tren: ¡Chufla, chufla, que como no te apartes tú! «Nosotros ya hemos aprobado». Cambien el punto de mira y pongan el dedo en la llaga, sin miedo. Los profesores no son los culpables, pero ellos se ven obligados a soportar esta relajación en sus aulas.