Javier Cuesta

Cultura a tutiplén

25/02/2025
 Actualizado a 25/02/2025
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Uno ha perdido ya la cuenta. Uno recibe, sin ser nadie, docenas de invitaciones cada semana para distintos actos culturales en esta desmembrada provincia de nuestros pecados. La enésima invitación en menos de dos horas me incita a la negativa y a la reflexión. Y a la rebeldía y al desahogo. Basta, amigos creadores; parad un poco, autores y artistas. Aquí la cultura nos va a liquidar, esta vez por sobredosis.

Las cosas están así: en León (como dicen ocurría en el Madrid de hace un siglo) cada tarde/noche le das una templa cultural a alguien o él te la da a ti. Tantos actos se suceden a diario, entre homenajes, presentaciones, firmas, talleres, ciclos, encuentros, festivales, conferencias, filandones, exposiciones o similares, que parece un milagro que haya instalaciones para acogerlos. De hecho, no las hay. De hecho, ya se habilitan espacios fuera del circuito digamos natural, tal que bares o estaciones de tren, cuando no se usa el ágora en la calle misma. Una dinámica endiablada que nos aboca al surrealismo: no disponemos de inmuebles suficientes para sofocar nuestra creciente fiebre cultural. Siendo ZP presidente confesó que su palabra preferida era ‘andancio’ y quién sabe si se refería a esta singular epidemia de su tierra.

¿Y en qué consisten esos imponderables actos que nos salvan la vida y garantizan nuestro futuro como pueblo elegido por las nueve musas? Pues básicamente en echar y echarse flores por encima. En aclamar vida y obra de un supuesto gran personaje y, de paso, ya que están por allí, auto-aplaudirse también su coro de adoradores que tantas veces se convierten en mayores estrellas que el protagonista. Exhibicionismo impúdico. Si además el acto se acompaña con un dúo musical la sensación orgásmica puede ya ser absoluta. De tal forma que lo único que se necesita es una excusa, un personaje central, y una camada alrededor de gentes que siguen la hoja de ruta diaria y se desplazan de un evento a otro… si les da tiempo. Migraciones culturales. Una tropa de acólitos que quizá va creciendo de a pocos pero que es más bien legión tasada que se retroalimenta; en ocasiones parecen los mismos figurantes en todos los actos. Muchos buscando contactos, intereses, relaciones futuras y… ¿amistades?; no diría uno tanto porque quizá no pueda usarse ese concepto en un mundo de tanto ego y vanidad.

¿Hay alternativa, solución personal para desintoxicarse? Haberla, hayla. Una idea es leer en soledad, como corresponde. Otra opción puede ser la naturaleza, no tan agresiva como los grandes creadores, nunca tan brava como un novelista ávido de lectores en un auditorio cerrado. Más terapias: ir al cine, chatear (de vinos, no de chat) con los amigos, las manualidades, ver tenis y/o fútbol, incluso practicar pádel si me apuran. Cualquier actividad antes que ser abducido por algún sofisticado círculo próximo a la erudición. Y al fin, como siempre, como en casi todo en la vida, la salvación está en el retiro interior. Convencimiento personal, y consejo de Tinofc: aislarse, alejarse, ensancha el espacio físico y mental. Que corra el aire.

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