Ya sabemos que fútbol es fútbol, y todo eso, y que no hay enemigo pequeño (bueno, en general), pero el guion de los partidos de la Cultural y Deportiva Leonesa, especialmente en su estadio, en el Reino de León, tiende a ser desconcertante. Porque no ha sido sólo ayer: viene sucediendo ya desde hace unas cuantas jornadas. Diría que demasiadas.
No suelo hablar de fútbol desde esta columna, como saben bien. Hay tantos temas de actualidad de los que escribir que el fútbol, entretenimiento y pasión para muchos, para qué más (conviene que no nos pongamos estupendos), no es algo que quizás podamos tomar con tanto encono como otros asuntos que mueven el mundo. Y mucho más en la terrible situación global en la que nos encontramos, con el ascenso de peligrosos liderazgos.
No, sólo es fútbol. Sólo fútbol y nada menos que fútbol. Quiero decir que esto no decidirá nuestra suerte, pero sí ayudará a levantar la moral de un pueblo a menudo maltratado y que, en demasiadas ocasiones, se daña a sí mismo con esa carga habitual de escepticismo. Pero es entendible: ¿qué asuntos de enjundia para esta provincia se agitan, se dinamizan, se articulan, con cierta aceleración? Muy pocos. Más bien, cunde, guste o no, el desánimo. Es casi un desánimo estructural, algo que viene de lo profundo. No es victimismo: es la transcripción directa de la realidad real.
Por eso prefiero hablar de fútbol en una jornada en la que la Cultural ha ganado, nada de aprovechar la mala suerte, o un partido aciago. No. Estamos hablando de otra victoria, y eso es mucho, si duda, en el año que (se espera) el equipo de esta ciudad regrese a Segunda división (de donde no debió bajar, al menos de la forma que lo hizo). Mejor expresar ciertos puntos de vista críticos con el equipo cuando hay ocho puntos de ventaja sobre el segundo clasificado. Mejor no utilizar ventajismos de ningún tipo.
En no pocos partidos de la Cultural en casa (fuera lo hace muy, muy bien) he llegado a pensar que el equipo de Llona se caía poco a poco, como sucedió el año pasado. La defensa, que parecía una línea fortísima, no está en su mejor momento. Y menos mal que tenemos unos delanteros que demuestran gran efectividad (aunque podría ser aún mejor: de un gran líder se espera una goleada de vez en cuando, qué quieren que les diga. Hay que ser más ambiciosos, si es que eres el mejor equipo. Pero, en fin, ese es un asunto menor).
A estas alturas de la temporada puede afirmarse que la plantilla de la Cultural es la mejor, quizás, de toda la división, y algunos jugadores son determinantes. El entrenador parece solvente, aunque se pueda discrepar de algunas de sus visiones del partido, pero eso deben decirlo los especialistas. Por otro lado, no siempre puedes contar con los hombres que desearías. De acuerdo. Así que, en contra de lo que ha pasado en otras ocasiones, parece que el trabajo de organización y de la dirección deportiva ha sido riguroso, o mejor, ha sido brillante. No es tan fácil conformar una plantilla así (aunque Chacón, ay, puede ser en unos meses nuestro rival en los campos). Aplausos, pues, por la construcción de esta plantilla. Hay que ser justos.
Entonces, ¿a qué se debe esta confusión, esta niebla, esta forma insegura de encauzar los partidos, sobre todo ante la afición? Escucho a buenos analistas de las radios y los periódicos locales: dicen que la presión es un factor importante. Se ve tan cerca el ascenso (aunque disimulen, aunque digan que ignoran la tabla de clasificación), que entrar en el estadio, ante tu gente, puede provocar cierto bloqueo. Esa necesidad imperiosa de hacerlo bien. Lo comprendo. Pero la superioridad de esta plantilla, que parece evidente, debería hacerse notar, y más aquí, en el Reino de León. Por mucha presión, muchos nervios y muchas dudas que puedan surgir. Seguro que Llona acumula muchos aspectos positivos en su trabajo, porque, de no ser así, el equipo no estaría donde está. Pero ¿cómo es posible que, a veces, y la primera parte de ayer, realmente mala, es un buen ejemplo, no se logre insuflar más intensidad, más velocidad, más dominio, a este equipo, que, si no se pone a contemporizar y a dormir balones, tendría mucha más ventaja?
Sí, comprendo que el rival también juega. Parece un lugar común, pero incluso el último clasificado, como el Amorebieta, puede complicarte la vida. Está resurgiendo, venía de endosar tres goles al Arenteiro, que, no será el Bayern de Múnich, pero es un buen equipo. Ah: nosotros tampoco somos el Bayern de Múnich. Al menos, de momento... Pero este equipo tiene muy buenos jugadores. Varios de ellos, seguramente de categoría superior. ¿Qué sucede entonces? ¿Todo es fruto de la presión? ¿Del miedo a perder? ¿Puede la Cultural tener miedo a perder? No debería. Al menos, como digo, ayer el partido salió adelante, con muchas dificultades y sofocos. Es lógico que los equipos de abajo creen más y más problemas: quieren salvarse, qué diablos. Puede que en la segunda vuelta sea más difícil ganar a los equipos de la zona de descenso que a los de más arriba. Pronto lo comprobaremos… Y, ya puestos, si criticamos a la Cultural por esa falta de contundencia en casa, bastaría con mirar a otros, es bien cierto, a lo que les ocurre lo mismo, o incluso cosas peores. La Cultural, en ese desconcierto doméstico que me parece que no se puede negar, demuestra no sólo calidad, sino oficio para no naufragar y llegar a la orilla, aunque sea in extremis. Eso fue lo que salvó al equipo ayer. También en partidos así se asciende. O mejor: es justo en partidos así en los que se gana el ascenso.
Hay que reconocer la gran temporada del equipo hasta ahora, y esperemos que siga así hasta el final. Pero eso no nos impide cierta crítica, porque, sin duda, la Cultural, aun llevando ocho puntos de diferencia al segundo, que se dice pronto (lo firmaríamos cada año, ¿verdad?), puede hacerlo aún mucho mejor. Afrontar desde el primer minuto los partidos con más decisión e intensidad, con más velocidad, y afinar un poco los centros (muy bien el que remata ayer el recién llegado Lanchi, pero otros…) No creo que sea el síndrome de la superioridad aceptada: total, vamos a ganar igual. Ya saben que no siempre pasa. Ha habido grandes partidos (sobre todo fuera de casa: muchos de ellos, en realidad, y creo que los he visto todos). Los seguirá habiendo. Este equipo debería mandar más. ¿Más de lo que indican esos ocho puntazos de diferencia?, preguntará alguien ahora. Pues creo que sí. La afición también se merece alguna faena de prestigio, más que el tesón y la resiliencia, que no están mal. Se merece alguna fiesta, algún derroche. ¿No? Aunque, para qué negarlo: bastaría con celebrar la gran fiesta final.