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Cultural, entre la impotencia y el fracaso

27/05/2024
 Actualizado a 27/05/2024
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Prometo firmemente que no hablaré más de la Cultural… hasta septiembre. Como siempre digo, no soy especialmente futbolero (pero tampoco anti), y suelo escribir de libros, o de las cosas que nos pasan, pero no tanto del deporte de masas que funciona como uno de los grandes entretenimientos globales. Y aún así, me descuelgo por aquí con un tímido artículo sobre la Cultural, con bastante dolor, ya digo, porque fui de aquellos niños que iban a La Puentecilla en el fondo pobre, entre el hormigón desgastado por la épica. Y eso se va quedando, ahí, seas amante del fútbol o no. Y de vez en cuando regresa a la superficie, así como regresan las cosas de la infancia. 

¡Cómo duele hablar de fracaso! Pero puede ser saludable. A estas alturas, tendríamos que estar hablando de Europa, a la que amamos y a veces odiamos con sus reglamentaciones, tendríamos que hablar de la importancia de salvar Europa, la libertad, la apertura, no dejarnos llevar por los cantos de sirenas que conducen contra las rocas, y luego, cuando llega el naufragio y las lágrimas, cuando se derrumba el edificio de la libertad, nos sacudimos el polvo de los hombros y fingimos que nada tiene que ver con nosotros. Las columnas de Europa son poderosas, pero no son eternas.

Pues de esto habría que estar hablando, pero hablaremos otro día. Aunque la campaña avanza. Y es necesario apostar por la grandeza de la libertad y la solidaridad, la ciencia, el pensamiento, el humanismo, la generosidad, la compasión y la concordia. Hay mucho y bueno en el espíritu de Europa.

Pero, mientras, hablaremos de fútbol. ¡Y cómo duele hablar de fracaso! Muchos lo han evitado. Por decoro, por respeto. La historia del club, todo eso que ya sabemos. Bueno, es una historia interesante, con su puntito de gloria, pero, seamos sinceros, también es manifiestamente mejorable. En esta nueva etapa las ilusiones eran muchas, pero, ah, ese frío del invierno, esa niebla que baja hasta el césped y nos envuelve: toda una metáfora. Las inversiones extranjeras nos salvaron (más vale reconocerlo), y luego se han demostrado insuficientes, porque, de pronto, se descubrió que la Primera Federación no era la Segunda B, aunque ocupe el tercer peldaño, sino una liga mucho más competitiva y cruel con las debilidades y las dudas, que tiene algo de lo malo de lo semiprofesional y poco de lo bueno que se prometió el día que la inventaron. Pero sí, sin duda es una liga superior, una liga con ciertas ínfulas, en la que hay muchos clubes de renombre. Empezando por el nuestro. Y que fue capaz de desquiciar al Deportivo. 

Como digo otras veces, he vivido muy de cerca la enorme lucha (interior, no sólo futbolística) que el Deportivo de la Coruña ha protagonizado en los últimos años. Apenas podían creer que ellos, ese club con trofeos tan importantes, no pudieran librarse de las ataduras de la Primera Federación. Esta temporada, sin ir más lejos, estuvieron a punto de tirar la toalla. Hasta que Idiakez, el otro Idiakez, ampliamente denostado por la afición durante meses, dio con una tecla escondida. Recibió una especie de iluminación. Y dicen que fue aquí, en el Reino. El día en el que salió derrotado. Como aquello de «¡nunca volveré a pasar hambre!», así levantó el puño Idiakez. Y, como quien dice, nunca más volvieron a perder, o poco menos. 

Esto es lo que nos ha faltado: dar con la tecla escondida. O con la tecla mágica. Llona no ha sido capaz de hacerlo. Aunque habrá quien diga que, sencillamente, no había tecla que tocar. Se habían interpretado ya todas las sinfonías, por eso la primera vuelta fue destacable, y quizás los rivales se quedaron con la copla. Aprendieron la interpretación. Luego vino esa incapacidad, terrible, de ganar fuera de casa. Y no digamos la incapacidad de marcar. ¡Una sequía comparable a la que a veces sufrimos por aquí!

La tecla del gol: esa sí que nunca, nunca, funcionó. Y si hoy preguntáramos las razones, muchos todavía no sabrían explicar muy bien cómo es posible que nadie, o casi nadie, marcase goles. Y mucho menos si era un delantero. 

Con estos mimbres, muy difícil hubiera resultado meterse en la clasificación final, en el ‘play off’. Incluso contra pronóstico, perpetrando resultados surrealistas, inconcebibles realmente, la Cultural estuvo a punto de lograrlo. Bien es verdad que se trataba de hacerlo en lugar de la Ponferradina, lo que añadía morbo, pero también una dosis de tragedia provincial (en eso sí que estamos entrenados). Quedar sexto en la tabla es mejor que quedar séptimo, pero mucho peor que quedar quinto. Ahí se descubre un poco la cresta del infortunio, que tanto nos visita. Perder una clasificación por los pelos, bajar a igualdad de puntos, cosas así, tan de nosotros. No obstante, muchos creen que estar en la liguilla final hubiera sido injusto. Estupendo, sí, pero injusto. Claro que nadie dijo que el fútbol repartiera justicia con los ojos cerrados. De haber pasado, habría euforia, sí.

Y, sin embargo, ¿qué euforia? Aunque Llona dijo, minutos antes del partido contra el Sestao, que ahora la Cultural era más peligrosa que nunca, lo cierto es que cualquier eliminatoria en las alturas pintaba bastante dramática. ¿Cómo podría ser de otra manera, con un equipo peleado con el gol? Y esa sequía goleadora, abrumadora, surrealista, es la que afea el resto del concurso, que ha tenido algunos buenos momentos. Hombre, no es que la Cultural jugara como los ángeles, eso no. Ni siquiera en los mejores días. Pero movía bien el balón, tenía elegancia y toque… y casi nula eficacia. 

Llona sigue, y así podrá demostrar que todos estamos equivocados. Ojalá. No he visto explicaciones sobre la falta de goles, ni autocrítica, salvo alguna cosa. Pero uno espera que, internamente, se haya entendido el mensaje. Nadie asciende con tan rácanos números. No es que no hubiera una goleada un poco sanadora (en esta división es difícil, aunque algunos lo hacen: miren los resultados), es que, salvo en alguna honrosa ocasión, todo se movía entre la agonía y la impotencia del empate a cero. Y ello a pesar de Bicho y Barri, de lo mejor de la categoría y más allá. Así, no es posible. 

Por tanto, aunque duela, no pasa nada por hablar de fracaso. Hasta el ‘play off’ hubiera sido sólo un éxito relativo, pues la experiencia muestra que ascender así es muy, muy difícil. El Dépor no quería ver ni en pintura un ‘play off’. Y no le faltaban motivos... Por eso quiso quedar primero, que es justo lo que hay que querer. Ellos dicen: «somos el Dépor». Una manera de inspirarse. «No nos conformamos con menos», te aseguran. Y ahora muchos pensarán que la diferencia de historia y de presupuesto no debería olvidarse. Es cierto, pero eso no es todo. ¿Acaso no podemos decir «somos la Cultural»? En fin. Todo se ha perdido. Salvo la temporada próxima.

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