Hace ya unos años, en el curso 2021-2022, el Colegio Don Bosco de León se sumó a un proyecto –impulsado por la asociación ‘Medicina Abierta al Mundo’, en el que participan distintos centros salesianos coordinados desde el de Pamplona– en el que, los alumnos, además de formarse, salvan vidas. Literalmente. Y es que estudiantes de distintos ciclos formativos –Mecanizado, Mecatrónica Industrial, Electricidad y Electrónica…– construyen, como parte de los contenidos de su titulación, ‘cunas climáticas’ –así han sido denominadas– que permiten mantener a bebés prematuros en habitáculos cerrados con la temperatura y humedad controladas, y que cuentan además con fototerapia para la ictericia. Salvando las distancias, son algo así como incubadoras neonatales, pero cuyo bajo coste –unos 350 euros–, tecnología sencilla, diseño –desmontada, cabe en una pequeña maleta– y, sobre todo, su carácter altruista, facilitan hacerlas llegar a países con instalaciones médicas precarias. Centenar y medio de cunas están ya distribuidas por cuatro continentes: Ucrania, Senegal, Bolivia, Siria…
En esencia, a León llegan los materiales y, en clase, se encargan de su construcción, del mecanizado –preparación de las piezas– y del montaje electrónico, para ser después enviadas a la capital navarra y, desde allí, a través de ONG, a su destino final. Con el tiempo, reciben noticias de su resultado: «Es alucinante saber –hay fotos y vídeos– que estas cunas han salvado la vida a unos cuantos niños; uno de ellos había pesado al nacer tan solo seiscientos gramos…», me contaba Arturo Sánchez, coordinador del proyecto en León, con quien tuve ocasión de charlar el otro día.
Solo el primer año se construyeron en León diez cunas; y, poco a poco, se van fabricando más, en una iniciativa –en la que también colaboran empresas locales– que, además, va incorporando pequeñas mejoras. Los alumnos pueden estar orgullosos de participar en un proyecto así; no todo el mundo puede decir que, en clase, salva vidas…