05/10/2024
 Actualizado a 05/10/2024
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Quien esto escribe no pretende pasar por un experto en macroeconomía. Para eso ya hay en todos los medios tertulianos doctorados en epidemiología, vulcanología, geopolítica y lo que la actualidad imponga. No digamos en materia económica. Por mi parte trataré de no aconsejar sobre lo que no sé y limitarme a constatar algunas observaciones.

El IPC subió entre 2021 y 2023 un 15 %, más o menos lo mismo que subió el salario medio. De acuerdo con estos datos la inflación no debería representar un problema, porque quien más quien menos, nuestra capacidad de pago tendría que ser la misma, al menos la de los trabajadores, es decir, los que vivimos de un salario; y respecto de los bienes y servicios que comúnmente consumen las familias en España, que es lo que, supuestamente, mide el IPC.

Pero a usted y a mí algo no nos termina de encajar, porque tenemos la sensación de que la subida generalizada de precios nos complica el fin de mes mucho más que hace cuatro años. Una pista: según la OCU, la cesta de la compra se ha encarecido entre 2021 y 2023 nada menos que un 38 %. Y me temo que algo parecido ha sucedido con la hipoteca, el gasoil, la electricidad y el gas ¿De qué chistera ha salido entonces el cálculo oficial del IPC?

No se trata aquí de ofrecer soluciones al problema de la subida de precios, ojalá las tuviera, ni de proponer que las empresas aumenten los salarios un 38%, como hubiera podido discurrir cualquier podemita desnortado. Simplemente de señalar la tomadura de pelo que suponen a veces los llamados «datos macro» y su interpretación por los expertos.

Lo cierto es que la inflación no para, y ya va camino de acabar con lo poco que queda de nuestra clase media, cuyo éxito, en tiempos más felices, llevó a España desde el subdesarrollo a ser la octava potencia mundial. Otra pista: un Dacia es el coche más vendido en España actualmente, lo mismo que sucede en otros países como Marruecos, Moldavia, Rumanía, Bulgaria y Bosnia.

No tardando todos seremos pura ‘working class’ o pobres con paguita, colgados del Estado en medio de una actividad económica paralizada. Es una película que ya hemos visto en algunas repúblicas bolivarianas, se titula ‘Socialismo’ y no tiene final feliz.

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