06/02/2025
 Actualizado a 06/02/2025
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Ese día todo tornó oscuro, todo adquirió tinte apesadumbrado, nuestro mundo se hizo silencioso. Lo completamente inesperado, lo rutinario en que te habías convertido, el significado que como figura opinativa y de lectura habías adquirido. Recuerdo que fue la noche de los Oscar de aquel año en que lectores y oyentes lo supimos. Habías desaparecido para nosotros hasta ese día, pero no sabíamos el porqué, aunque podíamos temerlo. Ese 9 de febrero supimos lo del derrame y el coma posterior, la lucha y las visitas al hospital; la esperanza que había.

Este domingo se cumple un lustro de tu fallecimiento y aún, como dijo Rubén Amón al día siguiente, no sabemos a quién coño leer mañana. Sobre la mafia, sobre el boxeo, la actualidad, política, Real Madrid, cine, Norman Mailer, historia, guerra mundial, zetapé, tu vida, y a veces todo junto. Me alcanzaste tal vez muy tarde, por desgracia nací a deshora. No me conociste, y puede que nunca lo hubieras hecho, pero fuiste el primer periodista al que leía a conciencia. El primero del que buscaba la columna o reportaje. Y luego ya vino todo lo demás.

No voy a extenderme en cita alguna porque no podría escoger y si quieren han de comprarse ‘El penúltimo negroni’. Socarrón, irónico, sarcástico, sin filiación porque no había nadie que quisiera ser más libre para escribirlo, de enfrentarse incluso a aquellos que quisieron cortarte las alas para seguir «escribiendo lo que te da la gana». Capaz de escribir de tanto sin caer por ello, capaz de relacionar el pasado con el presente y a su vez todo lo del presente consigo mismo, capaz de escribir de su pavor a las polillas y Mariano Rajoy, capaz de hacer ansiar una crónica parlamentaria.

Al día siguiente de que tu voz se apagara definitivamente, este que ahora te escribe hizo su primer artículo, sobre aquellos Oscar, y es una de esas cosas a la que no encuentra explicación. No sé por qué, simplemente lo hice. Si algo de ilusión me da la muerte es poder ir a donde estés y leer todo lo que escribiste hasta entonces. Yo aún me sigo preguntando, ¿qué escribiría David Gistau de todo esto?

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