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De sillones y cuentos

02/11/2019
 Actualizado a 02/11/2019
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Una vez más, nos vemos metidos en una nueva campaña electoral, cierto es, que mucho menos intensa que las anteriores y que, por suerte finalizará en el bautizado 10N. Igual que otras veces, intento pensar qué puede persuadir mi voto para que me decante por una u otra opción. Me imagino que como yo, muchos de mis conocidos y amigos, que considero personas convencionales, sin más preocupaciones que llegar de la mejor manera a fin de mes, tener un buen médico, unos buenos maestros, y que la gente de los pueblos tenga las mismas oportunidades que los que viven en Madrid.

Así que en estas nos encontramos en el viejo reino, en el que se repartirán 4 diputados entre los grandes partidos nacionales y la UPL, que ha decidido en esta ocasión, presentarse en busca del voto cansado. Ahora que la época del líder egipcio, y amigo de los discotequeros parece haberse olvidado, y ya que con un sólo diputado en otros sitios hacen magia, quizá está sea su oportunidad. Dicho lo cual, me parece que han hecho bien en presentarse.

Cuatro sillones para tocar el cielo con la yema de los dedos. Cuatro sillones para intentar devolver la dignidad a una tierra que se muere de vieja, y donde nadie hace nada.

Les he dicho muchas veces que pienso que la docilidad de nuestros políticos, y sus pocas reivindicaciones para con sus partidos (especialmente cuando las políticas afectaban injustamente a nuestra tierra), me llevaban a pensar que lo hacían porque el dinerito es muy rico, pero también, porque ni sus hijos ni sus nietos vivirán aquí, ya que el sueldo de político les ha permitido enviar a sus hijos a estudiar fuera, de donde nunca volverán. Esta semana he tenido la oportunidad de participar de jurado en un concurso de cuentos sobre el Alzhéimer, entre niños de 8 y 15 de años de toda Castilla y León, organizado por la obra social CGB informática, de mi querido y admirado: el gran Carlos García Blanco. Entre los muchos cuentos que me asignaron, me sorprendió que la mayoría eran de León. La historia, casi siempre se basaba en ese nieto que convive intensamente con los abuelos –como tiene que ser– y que un triste día, el abuelo olvida quien es el nieto. Lo comenté con algún compañero, que me respondió que seguramente al ser de León me los darían a mí. Pero lo cierto es que no, el azar quiso que me tocaran a mí y en la misma proporción, al resto de los componentes del jurado.

Evidentemente, esta trágica enfermedad no escoge las ciudades, pero lo que si elige es la edad en la que se apodera de nuestros mayores, y en León tenemos muchos. Saquen sus propias conclusiones.
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