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Debates históricos, ganó el que no participó

25/04/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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Salvo sorpresa de última hora la suerte ya está echada, si es que no lo estaba ya de antes. La semifinal política a doble partido que hemos vivido esta semana en nuestra ‘Champions’ más castiza ha finalizado sin que ninguno de los jugadores de los encuentros haya realizado ninguna jugada para la historia ni tampoco hemos presenciado ninguna cantada garrafal que llevara a alguno de los participantes a no llegar con posibilidades a la final del domingo.

Durante los días previos se utilizó mucho el adjetivo de ‘histórico’ al hablar de la celebración de dos debates consecutivos con los candidatos a la presidencia del Gobierno. Y ciertamente fue histórico porque el claro vencedor de estos dos partidos fue el único que no los ha jugado, Santiago Abascal y su Vox. Los motivos son claros, evitó el riesgo de dar un patinazo que le hiciera perder algunos votos y le han regalado un argumento perfecto para vender al respetable la conspiración que existe para taparles la boca, cuando curiosamente son ellos los que un día sí y otro también se dedican a censurar a periodistas.

Y de entre los cuatro que se vistieron de corto para saltar al terreno de juego de RTVE y de Atresmedia el que mejor jugó sus bazas fue Pablo Iglesias. No sé si habrá sido su reciente paternidad o las comodidades de su chalet en Galapagar, pero nos lo han cambiado. Eso descartando la opción de que haya sido abducido por los extraterrestres provenientes del planeta Mesura. Sea uno u otro el motivo exacto de esta mutación, lo que es cierto es que Pablo Iglesias fue el único de los cuatro contendientes que mantuvo las formas, no interrumpió a ninguno de los presentes y se dedicó a exponer sus propuestas para los diversos temas que se trataron. Decidió no entrar en la piscina de barro de interrupciones y chascarrillos e incluso en momentos se enfundó la camiseta de árbitro para recordar a su izquierda y derecha las normas de educación básicas que esperaban de ellos los millones de españoles que estaban viendo y escuchando el debate. Además, fue el único que no pidió el voto para ganar las elecciones, que sabe que es algo inalcanzable, sino para ser el guardián jurado del gobierno liderado por el PSOE. Sabe que lo máximo a lo que puede llegar es a ser escudero y lo ha asumido, parece que con deportividad.

Por su parte, los dos debates han servido para demostrar otra vez que la Moncloa envejece. Sólo hay que ver el rostro de Sánchez para ver que en sólo diez meses le han caído unos cuantos años encima, agravados eso sí por los kilómetros en coche que llevaba ya en sus huesos tras vencer en las primarias. Los viajes en el Falcon son más benévolos, pero siguen siendo perjudiciales para la salud. Hasta su sonrisa parecía forzada. Se le vio cansado y poco natural en ocasiones. La mejor prueba de que su único objetivo era no meterse un gol en propia puerta es que fue de los cuatro jugadores el que más echó mano de sus apuntes para leerlos al pie de la letra con la mirada perdida en los papeles, esquivando mirar a la cámara.

Y por último, la dupla Casado y Rivera intentó cada uno a su manera convertirse en el jugador del partido, pero sin conseguirlo. Intentaron zancadillear en más de una ocasión a Sánchez con pactos, indultos, Cataluña y los eres de Andalucía, pero Sánchez se salió por la tangente.

Una de las pocas conclusiones que se pudieron sacar es que ante algo tan exacto como los números, la política ha conseguido convertir a las matemáticas en un ejemplo plausible de ciencia inexacta. Es la única explicación al bombardeo de números y estadísticas tan contradictorias que nos regalaron los cuatro magníficos en temas como pensiones, paro, educación o llegadas de inmigrantes. Por esta razón y ante datos tan diferentes del mismo hecho, los expertos apuntan a qué es igual o más de importante el cómo se dicen las cosas al que se quiere transmitir.

En cuanto al régimen disciplinario, los dos árbitros moderadores tuvieron que amenazar con sacar alguna tarjeta amarilla cuando los participantes hablaban a la vez, pero se quedó en eso, en un simple apercibimiento. Eso sí, en el acta de final del partido habrán incluido los cuatro insultos proferidos por los jugadores: mentiroso, mezquino, irresponsable e impertinente. La verdad es que fueron pocos para la crispación en la que estamos sumergidos últimamente.

La única duda que me surge es si estos dos debates habrán servido para que algunos de los supuestos seis millones de indecisos que hay en la actualidad hayan decidido la papeleta que meter en la urna el próximo domingo. Sea de una u otra manera, sólo tenemos que esperar unos días para ver qué quiere la afición de este estadio de fútbol llamado España.
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