miguel-soto.jpg

La debilidad abandonando el cuerpo

12/05/2024
 Actualizado a 12/05/2024
Guardar

Fue casi reactivo. Salgo de ver ‘Sangre en los labios’ y me compro una barra de dominadas para poner en casa. Así. Menos mal que no me dio por hacer lo propio con los esteroides que se zumban las protagonistas como espinacas Popeye en su gimnasio chungo. Porque me contagiaron el rollo dopamínico y salí lanzado. Dado que tengo mitificadas las dominadas como la muestra más pura de control del cuerpo, la ecuación estaba resuelta, a pesar del reparo que siempre me produjo por de mal gusto instalar una barra en casa entre cualesquiera dos paredes. Hace veinte años se lo vi a un amigo perfil Jason Statham y ahora vengo yo, tarde y mal. Pero me tragué mis reticencias (sin batido) y la puse entre dos muros de carga en la cocina, distantes entre sí ochenta centímetros y otros tantos de las claras de huevo que juro por la dignidad que me queda no tomar jamás a trago. Las instrucciones dejaban claro que no se debían hacer ejercicios cabeza abajo y que se debía meter siempre un tirón de prueba antes de ejercitarse con la barra, nada más. Y nada más ponerla, pún, azulejo roto.

Pero voy logrando unas cuantas, no crean. Solo que el otro día me grabé y las hago todas retorcidas, sospecho que dando un resultado de definición no muy diferente al del ejercicio que hago con el palo de la fregona cuando paso los suelos laminados donde mancha que cae se agarra como cucaracha. He de grabarme de nuevo corrigiéndome porque no me gusta la ejecución que llevo a cabo, cierro demasiado los hombros y lo hago asimétricamente además. Tendré que combinar las ‘domis in domus’ con otras en exterior, yendo a algún parque dotado de barra para marcármelas con brazos abiertos a ver si cambia. 

En aquella película, tan malorra como aventuraban los anuncios de las marquesinas, un alagartado Ed Harris con peluca y el chiste final con guiño a Hulk que van anticipando todo el metraje te desatan la risa, lo cual no es bueno para hacer dominadas, porque la fuerza se va por la boca, cual erupto. Efecto contrario es el que producen las frases motivacionales que decoran el gimnasio de la peli (y vete a saber cuántos perfiles de whatsapp de flipados). De aquellas tengo una preferida, que tardé en entender por mis prejuicios sintácticos pero que no albergo reparo en compartir, con mis prejuicios estilísticos y todo. Dice: «el dolor es la debilidad abandonando el cuerpo». 

A ver si me acuerdo de ella la próxima vez que lo intente con las anillas de Papalaguinda y tenga la tentación de no perseverar porque no empalmo ni dos de tanto que tira el tendón.

Lo más leído