Fue bonito mientras duró, aunque en honor a la verdad, hace tiempo que las ilusiones y esperanzas de millones de personas fueron sepultadas por traiciones de diversa índole. Prometieron llegar para cambiar la política y una de dos, nos mintieron desde el inicio a sabiendas o la política les cambió a ellos. Se imaginan el motivo por el que acabo la semana con cierta melancolía. Sí, efectivamente, es por la escapada protagonizada por Iñigo Errejón. Un portazo del que todavía queda mucho por hablar, pero que a priori parece contener unos tintes deplorables. Uno a uno los líderes de la nueva política de Ciudadanos y Podemos han ido huyendo y escondiéndose detrás de muchas y variadas excusas. Les juzgará la historia y sobre todo la hemeroteca, pero no se podrán quejar si algunos les endosan el apelativo de trileros.
Unos estuvieron muy cerca del poder, pero su propio ego les jugó una muy mala pasada y la avaricia política fue su error fatal. Podían haber aportado nuevos aires a nuestro país, pero pensaron en ellos mismos, en vez de en el interés general. Otros sí que consiguieron sentarse en los asientos de cuero, en los que aposentaban sus posaderas los miembros de la casta, sus enemigos públicos número uno. Pero también fracasaron rotundamente. Antes de lo esperado ellos mismos cometieron uno tras otro los fallos y desmanes que tanto criticaban de la política tradicional. El comodín de que la política es cabalgar en contradicciones puede servir para un caso concreto, pero cuando es tu compañero de viaje durante tu trayectoria gubernamental es que entonces tienes un problema. Las guerras internas por conservar cuotas de poder y las manadas de asesores convertidos en palmeros hagas lo que hagas permitieron que la casta de los partidos tradicionales no se haya tenido que esforzar mucho para acabar con la nueva política. Ha sido ella misma la que se autodestruido.
Habrá quién me acuse de ser demasiado exigente con Ciudadanos y Podemos y muy tolerante con los partidos de siempre, pero en absoluto. Lo que ocurre es que cuando no esperas nada la decepción no existe, porque ya tienes asumido cual es el resultado. El problema es cuando piensas que tienes ante ti un salvavidas para huir del pestilente olor de la política tradicional y antes de llegar a puerto, los que te han convencido de que ellos son diferentes, resulta que se comportan de la misma manera que aquellos de los que supuestamente venían a salvarte. A las pruebas me remito, la política no es ni tradicional ni nueva, es política.