Parece mentira, pero quedan menos de treinta días para que volvamos a nuestra sede electoral para elegir gobierno. Así, como quien no quiere la cosa, se nos ha citado en un doblete imprevisible que nos ha dejado un pelín descolocados. Tomar decisiones trascendentales en plena canícula supone un esfuerzo mental poco apetecible, ¿no creen?
Y es que uno dice «verano» y los ojos sueñan con sombrillas, agua, cielo azul, picnic a la orilla del río, chiringuito, aunque con la inflación las cañas estén por las nubes. Pero ¿urnas? ¿De verdad tenemos que ir a votar un domingo de julio con la solana persiguiéndonos? Esto debe tener truco.
Si les soy sincera yo no lo tengo nada claro. Por primera vez no sé si iré a votar ni a quién debería otorgarle mi fe, porque confianza tengo poca. Recuerdo otras convocatorias en las que incluso mi papeleta estaba preparada, pero en esta ocasión me acosa el desencanto. Observando la deriva de nuestra sociedad y el comportamiento de sus señorías no me siento motivada a decantarme por ninguno. Por supuesto cada uno de nosotros sabe cuál es su posicionamiento ideológico y a quienes no votaría ni en caso de peste bubónica, pero de ahí a votar convencidos de lo que hacemos hay un abismo.
Si hablo con alguien de izquierdas me dice: «No irás a votar al PP que pacta con Vox». Si hablo con alguien de derechas me dirá: «No irás a votar a un PSOE que ha pactado con Bildu». Ya, lo sé, tienen razón, aunque a mí no es eso lo que me preocupa tanto. Me desconcierta más ver que, a pesar de la ingente cantidad de asesores con la que ambos partidos cuentan, parece no haber vida inteligente allí arriba, no digamos creatividad, originalidad…Y son valores que necesitamos.
Lo que yo quiero es que no mueran más negocios de autónomos, trapas arriba. No más pobreza infantil, que se cuide el patrimonio, que no muera el campo. Pero de eso, ni flores.
Va a ser difícil tragarnos el mismo cuento, digo «sapo».
Desencanto
01/07/2023
Actualizado a
01/07/2023
Comentarios
Guardar
Lo más leído