Desenseñar a desaprender

08/10/2024
 Actualizado a 08/10/2024
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Ni todo lo cura ni lo deja pasar, solo se consume. El tiempo tiene ese ánimo de vela encendida sin querencia por la cera que le da pálpito. Y en sí mismo va mucho más allá de unas canas declaradas. Va un cambio de hacer y de ser que a veces sientes compasivo, otras vacío y, las menos, acompañado. Ahora se agolpan los cambios en los recuerdos, y algunos reconfortan. Escuchar el relato de Nevenka, la joven concejala ponferradina a la que se sentenció sin juez, ahora en voz alta y entre aplausos, 20 años después de su tragedia, que se refugió en el acoso y en la falta de intelecto de una sociedad abrigada en la doctrina machista y secuestrada por los que marcan la pauta, da esperanza. Es como despertar, aunque sea en la paradoja de hacerlo dentro de un sueño, en pantalla gigante y lejos de lo que hay al quitar la monda. Pero parece que la valentía empieza a tener sentido y que contagia. Nevenka regresa para quedarse desde un silencio y un exilio que no pudo sortear. Y esa vuelta coincide con otra que manifiesta el recuerdo de una ola de libertad que supuso un invento socarronamente infantil, La bola de cristal, un espacio televisivo que se enfrentaba hasta a los bancos con su «caja de ahogos y tensiones», que exponía un no a la Otan sentenciador o la disrupción social de la privatización de sectores primarios, como la educación. Aquel viaje de cuatro años, que hacía a los niños partícipes de una realidad que no podían entender hasta pasadas tres décadas, regresa a la pantalla, esta vez pequeña , como nació, y sin Lolo Rico, la ejecutora de aquel empoderamiento en horario infantil que acusaba al capitalismo y a la dependencia laboral. Ella que había sido del Opus y del PCE en la misma vida. Es el recuerdo de un lienzo en blanco en el que todo tenía sentido, si se pintaba con un fin. Nevenka tenía un fin, aunque le faltaba pintarlo. Le podía el miedo. A Rico, la censura. Y las dos sacaban las uñas ante lo que les obligaba a no ser ellas. Ambas vuelven, reafirmando un discurso necesario que hace 20 años no pudimos digerir. Ambas ofrecen una segunda oportunidad de crecer a una sociedad que se rendía a los electroduendes, Maese Cámara y Maese Sonoro, a la  Bruja Avería, con su declaración de intenciones «soy avería, quiero una alcaldía», y que pasó a censurarse a sí misma, no creyendo a las jóvenes que «se dejaban» acosar por esos «averiados». Hoy abrimos los ojos a los discursos de vuelta que nos «desenseñan a desaprender cómo se deshacen las cosas». A ver si de esta no somos tan «meapilas» y entendemos que una manzana es una manzana y que un acoso…no es una manzana. 

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