Dentro de ocho días tendrán lugar las elecciones europeas. Y la mayoría de los españoles a uvas. A uvas, porque nadie, ningún partido, viene explicando a la gente para qué sirven y qué se cuece en el Parlamento comunitario cada vez que se reúnen los diferentes representantes de los distintos países. Aunque parezca la mayor boutade, esta es la realidad. Por consiguiente –que diría el Felipe González de sus mejores tiempos– una gran parte de los ciudadanos irá a votar –la que vaya, que esa es otra– por simpatía o ideología hacia unas siglas. Pero poco más. Por no decir nada más. Y es lo que sacará en claro el ‘penitente’ en el momento de emitir su papeleta; es decir, que habrá votado a los ‘suyos’. Como siempre. En este lineal –y es algo palpable en el día a día- la desinformación generalizada es preocupante.
Lo de aquí, ahora, es el fango. Todo es fango. El término se ha convertido en la muletilla tipo que vale para un roto y para un descosido. No le dan tregua. Eso y lo del fascismo, la ultraderecha y demás zarandajas por el estilo. La alta política, que en otras épocas fue santo y seña de los representantes públicos, ha desaparecido del panorama patrio para, de manera perversa, convertirse en una selva de intereses partidistas y personales. Y es vergonzoso asistir al esperpento sin que haya quien alcance el sonrojo. No se entiende.
Entre unos y otros a los españoles les han convertido en guiñoles. Y juegan con ellos con un descaro que raya la insolencia. El pasado jueves, en el Congreso de los Diputados, se aprobaba la Ley de Amnistía, con el único y descarado objetivo de la continuidad en el Ejecutivo del ‘amo’ Sánchez. Porque por mucho que pretendan vestir el santo con eso de la convivencia y la concordia entre los españoles, se ven a distancia las deshilachadas costuras y los torpes pespuntes, con los que pretenden cerrar (en falso) los delitos derivados del ‘procés’ independentista. Pero como en el amor y en la guerra todo vale… aplíquese lo mismo a conveniencia, sin atender a razones superiores.
Con este panorama de carácter nacional y el que se viene cociendo en el plano internacional, España se está devaluando a pasos agigantados. Una verbena en medio de una feria. Y si lo que viene ocurriendo estuviera protagonizado por la ’malvada’ derecha, la pira estaría asegurada e incluso bendecida en el conjunto del territorio. Bendecida y acelerada. La izquierda jamás consentiría en otros –a los que denominan fachas– lo que ella viene llevando a cabo mediante la mentira. Porque en definitiva la política se ha transformado en un gran cambalache y en una descarada indignidad, donde queda más que clarito que el poder mal administrado corrompe. Y alumbra gusanos. Como los de las manzanas podridas.