06/07/2023
 Actualizado a 06/07/2023
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La semana pasada, la candidata por Sumar hizo unas declaraciones a la prensa en la que achacaba todos los males de esta provincia a la despoblación que soportamos desde hace décadas y se quedó calva... ¡Pues claro qué es por su culpa, joder! El asunto es que no aportó ninguna receta milagrosa (ni trivial), para lograr superarla y lo peor de todo es que no indagó y escudriño sobre su origen. Parece claro que desde que León alcanzó en los años sesenta del pasado siglo su máximo poblacional, todo ha sido un desastre, una pérdida constante y mantenida de gente que no ha tenido quién la sustituya. En aquella década, el Ayuntamiento de Vegas tenía 3500 habitantes; hoy, 1071. Lo malo es que todos los ayuntamientos de la provincia han seguido un camino idéntico, perdiendo vecinos de una manera descontrolada. Y es que los viejos tienen la mala costumbre de morirse y si los jóvenes no follan, o follan con goma, pues no nacen niños que ocupen su lugar. Es cierto que tener un hijo, a estas alturas, es un lujo asiático que muy pocos se pueden permitir. Pero, si no los tienes, pasa lo que pasa: que la provincia es un erial.

En León, por entonces, funcionaban cientos de minas, que daban trabajo a miles de mineros que cobraban una burrada de pasta al mes; y la gente de los pueblos vivía mucho mejor que sus hijos y sus nietos sembrando libremente, sin cortapisas, lúpulo, menta, plantón de remolacha, remolacha, patatas, cereales o, en el caso del Bierzo, frutales, viñas y tabaco. Y no, cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero, en este caso, sí que lo parece. Uno no es mucho de Ana Iris Simón (no me gusta como junta las letras), pero reconozco que, por desgracia, tiene razón. Como dije antes, los hijos y los nietos viven mucho peor que sus padres y que sus abuelos y es descorazonador, puesto que es una anomalía histórica, un retroceso que no tiene parangón en el devenir de la humanidad: sólo sucede cuando hay una guerra devastadora. Por norma general, históricamente los hijos y los nietos viven mejor que sus padres y que sus abuelos, que es lo lógico y lo que se espera.

Pero desde que nos hicimos modernos y accedimos a la Unión Europea todo ha ido de mal en peor. Somos, desgraciadamente, un país de camareros, como bien vaticinó el señor Fraga cuando era ministro de Información y Turismo. Europa, el continente de la libertad, de la igualdad, no ha parado de destruirse y reconstruirse desde hace dos mil años y, cuando ¡por fin!, logramos unirnos, los del Norte, los de las perras, decidieron que España tenía que ser el lugar de retiro, de holganza y de desenfreno en el que ellos pudiesen descansar y pasarla de puta madre. Además, decidieron que su obligación era defender a sus agricultores y a sus mineros, por lo que sobraban los nuestros. Por ejemplo, las minas se cerraron aquí antes que en Alemania, que en Polonia o que en Bélgica o en Francia. Decían que no eran productivas, que costaba mucho dinero extraer una tonelada de carbón, etc, etc. Y luego llegó el cuento de que había que cuidar el planeta, que el carbón jodía la capa de ozono, que nos mataba con sus emisiones...; pero ellos seguían con sus minas, igual que los chinos o que los indios, y con sus térmicas funcionando. ¿Es que los pedos de las vacas danesas o francesas tienen menos metano que las nuestras? ¿Es que no es de locos que prohíban todo a nuestros agricultores y se lo permitan, en cambio, a los marroquíes? Porque compramos a Marruecos de lo que nosotros desechamos por contaminante y nos quedamos más anchos que largos.

Otra noticia de la semana pasada, publicada por este periódico, afirmaba que dos de cada tres trabajadores leoneses lo hacían en el sector servicios, lo que en León se traduce que lo hacen siendo camareros, cocineros o lavaplatos. ¿En qué se puede trabajar sino en esta tierra?, ¿de putas (os)?, ¿de maestros en una escuela sin alumnos?, ¿de camello con dientes como en la canción de Sabina?, ¿de maderos, de picoletos, de soldaditos de plomo? Pues no: claramente de camareros, que es un oficio digno como el solo pero muy dejado de la mano de Dios, muy aperreado, muy poco tenido en consideración por los clientes y muy mal pagado, además. Pero es lo que nos queda, lo único a lo que podemos echar mano si no queremos emigrar donde siguen atando a los canes con longanizas. Y, encima, como aquí no vive ni el Tato, tenemos que aguantar que las Juntas Vecinales de cientos de pueblos de esta provincia permitan, por cuatro duros, plantar huertos solares y aerogeneradores.

Hacen bien, aunque me jode un montón reconocerlo, los que se piran a otros lugares a buscarse la vida. Yo, con su edad, haría lo propio. Luego vendría al pueblo en verano y llevaría a rajatabla lo de asaltar la despensa del padre o del abuelo. Pasearía, con aire señorón, por la orilla del río y me tomaría, a la fresca, una cerveza. Con dos cojones y una vara... Salud y anarquía.
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