17/05/2024
 Actualizado a 17/05/2024
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Estoy en una edad en la que todavía me gusta cumplir años. Desde que cumplí los 40, todo me la ‘bufa’ más, no me preocupa caer bien o mal a la gente y si tengo que llamar gilipollas a alguien, no tengo el más mínimo problema. Una auténtica liberación poder mostrarte tal como eres hacia los demás, admitiéndote con tus virtudes y tus taras mentales. No quiero ni pensar lo que te debe resbalar todo al cumplir los 60.

Esa forma de ver la vida desde la perspectiva de los años, también ayuda a ser más consecuente, a mantenerte firme contra los intentos de imposición de ideas, a tomar más decisiones por criterio propio y, dado el caso, actuar con más dignidad ante disyuntivas que se te puedan presentar en tu vida personal o profesional.

En política, como extensión de la vida, también aplica este aspecto de la edad a la hora de que nuestros políticos actúen conforme a sus principios (y los de sus votantes) o respondan más a los intereses de los jefes orgánicos de sus partidos. 

No es simplemente por edad, también influyen mucho las necesidades y prioridades en cada etapa de la vida por las que un político es más o menos dócil a la doctrina del partido y el culto al líder. Influye mucho la situación profesional, el nivel económico, la formación, las cargas familiares y financieras que se tengan, las prioridades vitales…

Tú coge a alguien sin formación o sin experiencia laboral, con un par de hipotecas o 3 hijos a los que alimentar, vestir y educar; o alguien al que la vuelta a su profesión le produzca un trauma en lo personal y en lo económico; o alguien al que le suponga un verdadero sacrificio pasar tiempo con su familia, dale un cargo público y verás como esa persona es la más leal, no a una persona en concreto dentro de un partido, sino a la persona que en cada momento mande y le pueda quitar o hacer que repita. Una lealtad mal entendida y profundamente desleal en realidad.

Esta semana hemos visto un claro ejemplo de esto que les digo cuando el líder de los socialistas aragoneses, expresidente de Aragón y hoy senador por el partido socialista, Javier Lambán, se ausentó del Senado para no verse obligado a votar la vergüenza de ‘Ley de Amnistía’ promovida por su jefe Pedro Sánchez.

Lambán actuó con dignidad al no votar a favor de algo cuando considera que incurriría en una insoportable deslealtad, ya no sólo con su forma de pensar, sino con la forma de pensar del propio Sánchez y el resto de socialistas hace escasos meses. También actuó con dignidad al explicar en una carta los motivos reales de su ausencia cuando, por su estado de salud, podría haber encontrado cualquier excusa más cómoda para él.

Lambán sabe que ya lo ha sido ‘todo’ en política, que su recorrido en la vida pública toca a su fin y que los sustos que le ha dado su estado de salud le invitan a centrarse en lo verdaderamente importante. 

Lambán ha mostrado una gran dignidad justo por lo contrario por lo que el resto de cargos públicos socialistas no actúan con la misma dignidad.

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