30/01/2024
 Actualizado a 30/01/2024
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Un hombre entra en una habitación donde está una mujer y exclama: «me han despedido», la mujer responde: «¿tú no votaste a favor del despido libre?», a lo que el hombre contesta: «¿y eso qué tiene que ver?». Una sencilla escena que refleja la relación de muchas personas con su voto. En mi experiencia como coordinadora de una campaña electoral aprendí que los estudiosos del asunto dicen que votamos con el corazón o las vísceras, depende de donde tengamos los sentimientos cada uno, no con la razón. Esto que ya era un axioma en el pasado para quienes diseñaban las campañas electorales, ha llegado a su máxima expresión en nuestro populista tiempo presente. El votante se identifica en una tribu a la que le gustaría pertenecer (porque quizá ni siquiera pertenezca, ni lo hará nunca por proceder de otra clase social y/u otro nivel socioeconómico, etc.), asume todos los postulados de sus hermanos de cofradía, utiliza las mismas bromas, defiende los mismas máximas y se indigna con los mismos hechos. Justifica todo a los propios y ataca todo de los de enfrente, la razón no existe, solo las vísceras que esconden una gran variedad de motivaciones personales. Así los ‘expertos’ en comunicación política raudos y veloces diseñan sus mensajes directos al páncreas del posible votante, pensar está sobrevalorado y son capaces de lanzar propuestas imposibles de cumplir como el clásico “difama que algo queda” insultando la inteligencia de quienes sí entienden la política como medio para organizar y mejorar la sociedad. De esta forma el líder del PP en tierras leonesas propone una Ebau única imposible de cumplir porque como han tenido que reconocer después «en los contenidos no se puede entrar» porque «los currículos no son los mismos». Pero ya le han dado triguillo al cuñadismo de barra de bar que lo verá posible y berrará, al más puro estilo montañés de los Picos Leoneses de Europa, al que se atreva a decir lo contrario. Y de esta forma gobierna Milei en Argentina, mientras los afectados por los salvajes recortes a quienes más lo necesitan (entre los que se encuentran muchos de sus votantes) que ya anunció en campaña electoral, se manifiestan indignados. Una de las irresponsabilidades en la elección del voto que nunca alcanzaré a entender es no exigir a todos los partidos que concurren a una elección el blindaje de la sanidad pública, excepto que tengas la seguridad que no la vas a necesitar nunca porque te sobran los posibles. Las consecuencias de la privatización de la sanidad pública en la clase media trabajadora serían devastadoras. Sólo hay que observar a países como los EE UU, donde te conviertes en cliente no en paciente y en el que te mueres en tu casa si no tienes un seguro privado o si lo tienes depende de la gravedad de tu dolencia y de las coberturas del seguro, igual te tienes que conformar con el tercer tratamiento más eficaz porque no pagaste el seguro de más cobertura. Cierto es que ningún partido proclama recortes en sanidad pública pero ahí está lo que hacen unos y otros cuando gobiernan y se pueden comprobar los recursos que destinan a ello en los presupuestos que aprueban cuando les toca, dato mata relato. Haber superado una pandemia mundial gracias a la investigación y a la sanidad pública debería habernos enseñado algo pero parece que seguimos más dispuestos a discutir sobre banderas, carteles de semana santa y fútbol a preocuparnos de que realmente importa. La sabia Mafalda reflexionando llegó a la siguiente conclusión: «A mí no me importa que la gente no piense como yo, a estas alturas con que piense es suficiente». 
 

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