pedro-j.-abajob.jpg

El dueño del edificio

10/06/2024
 Actualizado a 10/06/2024
Guardar

La cita con las urnas para elegir a los representantes españoles en Europa siempre ha sido para muchos de nosotros una convocatoria de poca monta. Nada más hay que ver los datos de participación de unas municipales, de unas generales y de unas elecciones al Parlamento Europeo para darnos cuenta de que parece que esto no va con nosotros. O comprobar por las calles que apenas hay indicios de que hubo quince días de campaña electoral. Ya no le cuento si preguntamos en una conversación cualquiera cuántas candidaturas se presentan o los nombres de quienes las encabezan.

Que van a hacer lo que les dé la gana está más que claro. Que esto va más de partidos que otra cosa, o ya ni siquiera, pues también. La política europea es un negocio, un gran negocio que mueve miles de millones y que quienes están alrededor quieren apañar su pequeña porción de la tarta que se reparte. Son los señores que viajan constantemente a Bruselas con maletines y carpetas para mantener reuniones con los que después tienen que redactar las normativas con las que tragamos aquí y con quienes aprietan el botón verde para que salgan adelante.

Los lobistas y los grupos de interés o de presión que marcan a los partidos el camino a seguir son el verdadero problema. Sobre todo cuando en Bruselas se decide cómo se puede construir en Castrillo de Cabrera y si la comarca más despoblada de León necesita instalar placas solares y aerogeneradores, o la normativa que afecta a los ganaderos de Maraña que constantemente están sufriendo ataques de manadas de lobos pero no pueden hacer nada porque hay una ley que impide abatir ejemplares. 

Aunque llevemos casi cuarenta años metidos en este asunto, en general, seguimos pensando que Europa, el parlamento europeo y todo lo que pasa allí arriba es como lo que ocurre en casa del vecino con el que no tenemos ni buscamos ninguna clase de relación, que está ahí pero cada uno a lo suyo. Pero resulta que el vecino de arriba o de enfrente que no hacía ruido se está convirtiendo poco a poco en el dueño del edificio a costa de imponer su criterio. O del pueblo entero si no hay quien se vaya dando cuenta.

Lo más leído