Dylan, un antruejo y los papones

06/03/2025
 Actualizado a 06/03/2025
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Dice la BBC que, en el festival de Woodstock de 1964, Bob Dylan escribió una frase para la historia. «Quien no está ocupado naciendo está ocupado muriendo». Esta simplificación de la vida tan llena de verdad, de la canción ‘It’s Alright, Ma’, fue de los motivos por los que ganó el Nobel de Literatura el de Minnesota. Me confieso admirador de este poeta musical, al que descubrí en mi adolescencia buscando esos hitos del rock que ahora ponen en Los 40 Classic, pero reconozco que nunca le escuché esta canción, ni dicha frase. Me conmovió cuando la oí por fin el otro día de los labios de la eterna juventud que tiene Timothée Chalamet. Wow. Nunca el tiempo se contrajo tanto como en los aromas de Woodstock. ¿Por qué mi profesor del Opus, no quiso enseñar a sus alumnos al filósofo de Dylan? Por lo que sea, había valores en él que no le parecían educativos. 

Dylan no es un referente, no puede serlo como persona, pero sí resulta tremendamente atractivo como pensador y el joven de ‘Call me by your name’ se acerca mucho en esta película a la personalidad del genio de la armónica, con esa mirada a veces vacía a veces pasota, pero eléctrica y tremendamente atractiva. Le odias y le amas. Le quiere pegar un puñetazo emocional por su hastío y altivez y, a la vez, te caes rendido cuando canta contra la injusticia y saca esa rebeldía pacifista y hedonista tan propia de los 60. ‘A complete unknown’ le pone a Dylan ese aura de la música de todas aquellas generaciones del folk, de la tradición, de lo que perdura.De lo que deberíamos valorar más. Como asumir que somos antruejos, a veces casi crónicos, ozando en un paraíso para los tarados, como dijo Camino, buscando perdurar. Los antruejos lo lograron, Dylan también lo hará, ¿por qué no nosotros?

Entre cine y zafarrones, y el baño de realidad que ha sido ver que Morgan Freeman tiene 87 años y que su pelo blanco ya está solo en las películas que dejó para la eternidad, nos pasamos febrero, los Oscar y los carnavales, y ya están aquí, ya están aquí los papones. Ya huele a la ceniza que nos recuerda que cada año nos queda uno menos y que, como Dylan, estamos ocupados renovando temporadas del show hasta que la cancelen. Decían en ‘La cena de los idiotés’ de la Ser que querían saber cuándo iban a morir. Yo creo que es mejor no hacerse spoilers y disfrutar de que, sin darnos casi cuenta, ya huele a incienso. Y que la vida que genera cada corneta ya entra como suero en vena por  las de aquellos que sentimos esto. En cada ensayo.En cada concierto. En cada procesión. Más vida y menos falsedad. Más brazos al hombro y menos paponazis. En fin, que si me lo permite Mr. Tambourine Man, «quien no está ocupando naciendo, está ocupado pujando». 

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