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Economía de guerra

12/03/2022
 Actualizado a 12/03/2022
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Uno de los conceptos de moda que trajo la pandemia fue el de ‘resiliencia’, la capacidad que tenemos para recuperarnos de situaciones complicadas y seguir avanzando. Los tiempos aciagos que vienen pondrán a prueba hasta límites insospechados nuestra resiliencia. No obstante, es importante recordar que por el sólo hecho de nombrarla, no tenemos por qué obligatoriamente contar con esta virtud. Lo digo porque aunque el poder del lenguaje sea indudable, éste no obra milagros.

Nuestros dirigentes nacionales y europeos ya nos han advertido que estamos en guerra. No escuchamos explosiones destruyendo edificios, ni sirenas avisando de un ataque aéreo ni el silbido de las balas que buscan alojarse en la carne humana, pero las restricciones de las que vamos a ser víctimas sí tienen el marchamo de las consecuencias de un conflicto bélico.

Lo que es evidente es que sacrificios va a haberlos. Nuestra calidad de vida va a deteriorarse. Todavía no sabemos hasta qué grado, pero tenemos que asumirlo lo antes posible. Los políticos ya están intentando hacer pedagogía al respecto, incluso algunos como Borrell ha dado ejemplos concretos sobre lo que nos espera a nivel energético. Todo esto está muy bien, el pedir al pueblo que una vez más se sacrifique en beneficio del interés general y de la defensa de los valores de nuestra sociedad, pero no hay mejor lección que predicar con el ejemplo. Y en esto, les voy a ser sincero, me surgen ciertas dudas.

Los ciudadanos vamos a ver cómo nuestro poder adquisitivo mermará hasta límites insospechados, habrá personas que llegarán a una situación límite y necesiten apoyo para vivir dignamente y el llamado ‘Estado del bienestar’ se va a tambalear. El tiempo dirá si como personas individuales estaremos a la altura y si efectivamente tenemos en nuestra sangre una alta concentración de resiliencia. Y el tiempo también dirá si nuestros políticos estarán a la altura y su capacidad de sacrificio personal y partidista es la que se merece la excepcional situación que nos acecha. ¿Serán capaces de responder a la crisis económica que ya tenemos dentro de nuestras casas desmontando los muchos chiringuitos que dan cobijo a estómagos agradecidos, reduciendo el número de asesores y cargos de confianza y cortando de raíz las inversiones millonarias que se conceden a planes e iniciativas superfluas, populistas y que no defienden el interés general? De nada valen las palabras huecas y los discursos elocuentes si no van acompañados de ejemplaridad. Si hay que sacrificarse, adelante, pero todos, no los de siempre.
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