25/06/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Coinciden en el tiempo la publicación por La Línea del Horizonte, editorial madrileña dedicada a la literatura viajera, del ‘Viaje a Oriente’ de Egeria y el descubrimiento tras el incendio que arrasó los montes de la llamada Tebaida berciana de los restos de diversos despoblados y de antiguos cenobios o monasterios escondidos entre la vegetación, entre ellos el de Santa Echuria o Echeria, que habría estado dedicado a la famosa monja viajera del siglo IV.

A decir verdad, poco se sabe a fe cierta de Egeria salvo que había nacido en la Gallaecia hispano-romana y que realizó un viaje a Jerusalén y a Siria desde su región natal que narró en un libro que es precursor de los libros de viaje hispanos. Pero una carta de San Valerio a los monjes del Bierzo en la que la cita dio pie a la creencia de que era nacida o vivía en El Bierzo, comarca que entonces pertenecía a la Gallaecia, y que desde allí partiría hacia Jerusalén y Oriente en peregrinación. Sea como haya sido, lo cierto es que a Egeria se la vincula con la Tebaida berciana, auténtico eremitorio en aquellos tiempos disperso por las cuevas y refugios de los montes Aquilanos que daría lugar en la alta Edad Media a un florecimiento monacal del que quedan unas pocas muestras, como la iglesia mozárabe de Peñalba o el monasterio de San Pedro de Montes, y numerosos restos perdidos entre la vegetación o presentes en la toponimia de los pueblos y términos de la zona.

No seré yo quien dé ideas a nadie y menos a los bercianos, que las suelen tener en abundancia y mejores que las mías, pero se me ocurre que no sería mala la de, al hilo de la recuperación del libro y de las investigaciones que están realizándose por parte de personajes conocedores de la historia monacal del Bierzo y de las que informaba este diario en estos días, bajo el nombre de EGERIA se promoviera una recuperación de aquella y su uso como reactivador turístico de la zona, una de las más despobladas del Bierzo a pesar de su belleza y su evocadora historia, al estilo de la que bajo el de Las Edades del Hombre se ha hecho y se sigue haciendo del patrimonio religioso y monumental de Castilla y León. Tanto la Junta autonómica como la Diputación Provincial de León y, por supuesto, la comarca del Bierzo deberían unir sus fuerzas para poner en marcha una actuación que, aprovechando el desastre del fuego y haciendo cierto por una vez el refrán de que no hay mal que por bien no venga, sirva a la vez para recuperar la historia y los restos de eremitorios y de cenobios desaparecidos y para sacar de la tradición y de la nebulosa de la leyenda y la evocación popular, que son las que los han mantenido vivos durante siglos, convirtiéndolos en un patrimonio espiritual y real que anime a visitar una comarca cuyo literario nombre, la Tebaida berciana, habla por sí solo.
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