17/07/2024
 Actualizado a 17/07/2024
Guardar

Hacía mucho tiempo que no sentía tanta indiferencia al ver a la Selección Española de Fútbol disputar uno de los grandes torneos como me ha ocurrido con esta Eurocopa. Es cierto que mi corazón es balonmanero y el fútbol siempre ha estado en un segundo plano, pero desde mi infancia, bien fuera un campeonato de Europa o un Mundial, siempre he tenido presente el fervor de animar al equipo de todos. Puede que también jugará a favor que, en mi paso de la infancia a la juventud, que coincidió con las Eurocopas de 2008 y 2012 y con el Mundial de 2010 que levantaron los nuestros, España contaba con lo que se puede considerar verdaderas ‘estrellas’ del fútbol, es decir, con una generación dorada. O al menos así lo pensaba en aquellos momentos en los que mi cara era aún imberbe.

Tampoco escondo que, con el paso del tiempo, siento más desapego hacia el fútbol moderno y profesional, ya que puede que disfrute más de ir a ver un partido de la Liga de la Amistad en la que juegan amigos míos y donde verdaderamente se ve el fútbol ‘champagne’ o contemplar la ilusión que le ponen mis primos Román o Marcelo, de 13 y 10 años, a cada balón que disputan en el campo cada vez que juegan con el Atlético Paramés. Y dejando a un lado la mafia en la que se ha convertido la Liga de Fútbol Profesional de la mano de Javier Tebas (encareciendo sin sentido lo que hay que pagar por ver este deporte para llenar sus bolsillos o el precio cada día más desorbitado de todo le rodea a los que para unos pocos es simplemente un negocio), el principal detonante a la hora de sentir menos simpatía hacia la Selección es todo lo acontecido a raíz del caso Rubiales y demás cargos federativos que se han encargado de convertir la Real Federación Española en un cortijo manejado a su antojo.

Y no lo voy a negar. Fruto de ese desapego, ni siquiera conozco a muchos de los actuales jugadores de la Selección Española que este domingo se convirtió en campeona de Europa. Además, probablemente, al igual que yo, pocos eran los que creían que España acabara levantando el trofeo de campeón. Sin embargo, creo que es un grupo que, más allá de ganar la competición, ha dado una lección a todo nuestro país, a Europa y al mundo entero. Dejando a un lado ideales políticos y callando la ingente cantidad de críticas que han recibido, han sido capaces de unir a todos los españoles, algo que quizá ningún político ha sido, es o será capaz de lograr. Personalmente, aparte de la evidente lección que Nico Williams y Lamine Yamal han dado a la sociedad, me quedo con Álvaro Morata, que reconoció ver la luz al final de túnel de una depresión después de ser quizá uno de los jugadores que más comentarios de odio recibe por redes sociales. Tanto él como todos sus compañeros han sido todo un ejemplo dentro del campo, pero más aún fuera de él. Ojalá fuera más fácil trasladar su ejemplo a otros terrenos que no fueran los de juego, pero no olvidemos que el intento no está penado.

 

Lo más leído