La idea es hermosa. El ayuntamiento de la capital del Bierzo acaba de presentar una programación para este verano que es un completo festival: ‘Ponferrada abraza’. Las actividades son muchas, variadas y atractivas, y configuran una revolución para el conocimiento y el placer estético. Es, también, probablemente, el arranque de una nueva etapa en la vida cultural ponferradina. No lo digo porque hasta ahora no hubiera ofertas culturales en sus veranos y fiestas, que las había, pero lo de ahora es otra cosa. De mayor ambición y altura.
La ciudad de los templarios y de los mineros necesitaba un lavado de cara importante. Pero no para dejar de ser la ciudad de los templarios y los mineros, que esa manera de estar en el mundo no la vamos a olvidar, ni queremos. No es eso. Es ir más allá, es ir hacia una ciudad mucho más estimulante. Y parece que ahora se va. Y se va pese a la gran catástrofe mundial del corona virus. En este año durísimo, año que ha obligado a suspender las fiestas de la Encina, algo inevitable, la urbe ha ahondado en su nuevo estilo de estar en el mundo; en una forma de vivir la cultura mucho más grata y sugerente que la de antaño. Ya no somos, solo, las gentes que evocan con intensidad ese mundo medieval, con sus celebraciones tan queridas y raigales. Tampoco somos los que venimos de la épica de los trenes carboneros de la ciudad del Dólar. Ambos territorios, por otra parte, tan queridos y nuestros.
Pero somos algo más, lo estamos construyendo; llegó la hora. El tiempo nuevo, la ciudad nueva. La del arte, la música, la sensibilidad más universalista, la del jazz, la de los museos, la de los niños que se incorporan a las propuestas municipales. La de las visitas teatralizadas, la de la pasión por la palabra que los cuentacuentos ya despiertan en los niños. Estamos también cada vez más en el diálogo de la naturaleza y la cultura, y muy especialmente, en el gran protagonismo que nos trae la música clásica. Todo esto era impensable hace treinta años, no era mucho más que el anhelo de unos pocos. Ahora es el camino que una ciudad ha de recorrer para estar en el presente, en si misma, en su esfuerzo admirable ser cada día más luminosa y abierta. Nada sobra, y todo lo nuevo que llega es meritorio. Las ciudades son cultura, y esa cultura es para que la disfrutemos, para que nos emocionemos, para que nos abramos. Para que nos abracemos. Ponferrada nos abraza. También, claro, y mucho, a los ponferradinos. A los bercianos.
El abrazo
28/06/2020
Actualizado a
28/06/2020
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