Es de suponer que nadie lo pensase, ni siquiera las mentes mejor intencionadas de este país, pero la tragedia de Valencia ha despejado las dudas: no hemos aprendido nada de la pandemia. Durante el confinamiento se pudo apreciar con relativa nitidez la importancia de los medios de comunicación, siempre en eterna transformación pero que durante aquellas complicadas jornadas trataban de dar información real, práctica, jerarquizarla, contextualizarla... Mientras, otros mal llamados medios de comunicación sólo intentaban alarmar un poco más a la población, conseguir unas cuantas visitas a costa de atemorizar con motivos sin fundamento, como si tuviésemos pocos, a los millones de personas que no podían salir de casa y se pasaban el día delante de la televisión. En la tragedia de las inundaciones provocadas por la Dana en la superpoblada área metropolitana de Valencia lo hemos vuelto a ver, para comprobar con resignación que no hemos aprendido nada, que los periodistas son los que son, mejores o peores, con sus errores y sus aciertos, pero desde luego no son los oportunistas que se venden como comunicadores y sólo crean más fango.
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