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El mundo al revés

18/02/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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El 21 de febrero se celebra desde el año 2000 a propuesta de la UNESCO el día de la Lengua Materna con el que la institución manifiesta su compromiso con la diversidad lingüística y el plurilingüismo basado en el hecho incontestable de que las lenguas son el mayor y más fructífero patrimonio de la humanidad. Así como que sobre ellas se sustentan el aprendizaje y la educación de las gentes, definidos como objetivos de desarrollo sostenible irrenunciables. Es un planteamiento radicalmente opuesto a aquel recogido en el Génesis que, en el pasaje de la construcción de la Torre de Babel, explica la diversidad lingüística como un castigo (»Confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan unos con otros») cuyas consecuencias se recogen también: «allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie». Algo que no se entiende muy bien salvo que se acuda a la literatura rabínica que se encarga de aclararlo: la construcción de la torre se interpreta como un desafío a Dios, una manera de hacerle la guerra. Y sin duda sobre esa idea cimentó Brueghel el Viejo en 1563 su famoso y desazonante cuadro, volcado en Google Arts and Culture con una calidad tan espectacular que permite contemplar ínfimos detalles y hasta la firma del maestro en uno de los bloques de piedra de la parte inferior. Lo cierto es que a mí no me gustan las celebraciones temáticas de un día, lo he dicho ya en más de una ocasión, aunque reconozco que probablemente consiguen empujar ala reflexión, aunque esta sea inmediata y poco fructífera. Así que es casi seguro que la proximidad de la fecha es la que propicia estos días la aparición en los medios de comunicación de noticias cuyas protagonistas son las lenguas por razones bien diversas. Unas nos informan de que todavía hay mundo por descubrir: por ejemplo los casi tres centenares de personas que hablan en Malasia la lengua Jedek, variedad Aslian de las lenguas austroasiáticas que acaba de ser documentada. Otras de los intentos de grupos de hablantes para que su lengua no se pierda y pase a formar parte del catálogo de lenguas extintas del mundo que, desde 1950, registra la nada despreciable cantidad de 230. La mayoría de lo que se puede leer, sin embargo, no habla de las lenguas en sí, ni de su belleza, su extraordinaria riqueza, de las manifestaciones culturales que propician cada día o del papel que juegan en el mundo cotidiano. Las noticias se limitan a recordarnos que, desde que el mundo es mundo, las lenguas han sido sorprendentemente un problema y no precisamente de comunicación. Y, lo que es peor, que, de manera para mí incomprensible, es un problema al que no podemos, o queremos, dar solución. La diversidad lingüística es un ejemplo de mundo al revés. Aunque tal vez lo que ocurre es que mundo al derecho no existe. (Hasta siempre, Fermín, maestro de la palabra).
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