El poder de las palabras

El 23 de Abril se celebra, un año más, el día Internacional del libro y del derecho de autor. Así lo declaró la UNESCO en 1995, aunque en España ya figuraba en el calendario desde 1930. Se conmemora la muerte de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y de Inca Garcilaso de la Vega.

Para los autores es una buena oportunidad de exhibir sus obras, colaborar en el fomento de la lectura y hacernos disfrutar con el arte de la literatura. Todo a pie de calle, al alcance de cualquiera. Leer es un sano hábito que, por desgracia, cada vez cultiva menos gente. La falta de tiempo es la razón principal entre los adultos. Porque el ritmo de vida actual, en general, deja muy poco espacio para dedicar a esas cosas que nos apasionan de verdad, que nos llenan.

Los más jóvenes y los niños tienen diferentes prioridades. Después de la jornada lectiva, clases extraescolares y deberes, no quieren saber nada más de libros. Prefieren que se lo cuenten, ver televisión o vídeos en sus dispositivos electrónicos.

Además, están acostumbrados a la inmediatez de las nuevas tecnologías. Ya no tiene cabida esa paciente espera durante páginas y más páginas hasta conocer el desenlace.

En definitiva, lo quieren bien masticado y lo quieren YA.Así se pierden la bonita sensación de descubrir el contenido frase a frase, de imaginar las escenas que se describen y de formarse una opinión propia sobre la narración. ¿Para qué esforzarse?, ¿para qué obligarse a pensar por sí mismos?

Como consecuencia, el sector literario tiene que realizar un esfuerzo titánico para adaptarse, reinventarse, mostrarse atractivo y evitar su extinción. Creo que sería una catástrofe que esto sucediera. Considero un grave error subestimar los múltiples efectos que las palabras pueden ejercer sobre quienes las leen.

Son armas poderosas, cargadas de información, de conocimiento. A veces se clavan como puñales o se convierten en bombas de gran potencia. En otras ocasiones, resultan ser la mejor de las medicinas.