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El tiempo entre carnavales

22/02/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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La primera pregunta incómoda que le hice a mi padre (dando por supuesto que ni tu ni yo consideramos nunca incómoda, Papi, la pregunta de si me dejas más dinero), no tuvo que ver con el sexo ni con la droga ni con las rarezas propias de todas las familias: le tuve que preguntar qué era tráfico de influencias, qué era dinero negro y quién era Juan Guerra. Por el paseo de Papalaguinda desfilaba, siendo yo un microbio, un tipo que parodiaba al entonces famoso hermano de Alfonso Guerra, a quien yo sí conocía perfectamente entonces porque me dedicaba a imitarle para entretener a los ancianos con los que compartía guardería en Villaobispo. En serio. (Siempre me resultó cruel el doble nombre de aquel lugar: jardín de infancia Amanecer, residencia de ancianos Atardecer, pero ésa es otra historia). El caso es que cuando mi padre me explicó lo que era el tráfico de influencias, el dinero negro y quién era Juan Guerra, algo que a él le resultó incómodo porque era felipista convencido, descubrí que el carnaval puede volver la burla contra la actualidad, probablemente desde su ancestral origen, Debería ser la única época del año en la que todos tuviéramos derecho a salir a la calle con careta, pero en León no es costumbre ni eso ni tampoco utilizar el carnaval para tomarse elegante venganza contra los poderosos. Cuando la gente tiene la ocasión de sacar a la calle su rabia, sin pancartas ni manipulaciones, sin gominas ni coletas, la oportunidad de reírse de sí misma y, con mayor o menor respeto, de los políticos que parecen siempre los responsables de todos los males, los leoneses suelen optar por personajes históricos lejanos, los oficios más tópicos o el famoso televisivo de turno. Luego, a los periodistas nos dicen que somos muy dóciles, y nos comemos todo aquello de lo que no se puede acusar al político. Motivos habría en esta provincia para ponerles rimas en bandeja a los letristas de las chirigotas gaditanas, desde el fondo de saco de la estación sin fondo hasta el «AVE, Pastor», el túnel de Pajares convertido en el mayor parque acuático del mundo, la Imputación Provincial de León o el tráfico de cuernos en el que no se sabe quién es el furtivo y quién el guarda. Aquí, en vez de sacar los colores, nos va más el colorido propio y la solemne tradición, como la de los próximos carnavales, que este año la fiesta de disfraces dura hasta el 24 de mayo. Menos mal que se interrumpirá en Semana Santa.
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