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El tiempo también juega

29/03/2023
 Actualizado a 29/03/2023
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Mirando atrás he recordado espacios y tiempos de encuentro con los amigos para conspirar, ligar, beber y escuchar música. Eran los pubs, donde la gente solía ser la habitual. Algunos días aparecía por allí algún grupo de música Andina. Canciones de los Calchakis, Quilapayún, Viglietti, Zitarrosa y la Nueva trova cubana, con Pablo Milanés que era mi favorito. «El tiempo pasa… nos vamos poniendo viejos…» cantaba, conjugando el paso del tiempo con el modo de amar.

Dejando el plano poético, los irritantes ingleses dicen ‘the time is money’ y con eso, está todo hablado. Sin embargo, en España el tiempo parece haberse detenido, como el aire pesado del verano.

La nueva legislación permite que las condenas de los defraudadores, golpistas, terroristas y violadores pasen tediosamente, de despacho en despacho. Algunos, irrisoriamente, entran en la cárcel y salen por una puerta giratoria lenta y chirriante. Otros ni siquiera llegan a traspasar el umbral porque sólo están imputados.

El tiempo tiene un carácter terapéutico. El paradigma fue Mariano Rajoy que –como en el juego infantil– amagaba y no daba; las cosas se pudrían en los despachos y pronto caían en el olvido. Algo parecido está pasando en el presente, donde un caso de corrupción solapa a los anteriores. Lo que, a modo de justificación, decía un paisano en el bar: «El último vino fue el que me emborrachó».

Tiempo, gracias a dios, le faltó al mezquino Casado para cargarse su partido y dañar a Ayuso. Ojo, que sigue vivo y volverá a las andadas.

Otro caso desconcertante de inacción es el candidato Feijoo, cuya paciencia le podría salir cara. A pesar de ejercer como líder de la oposición, no atisba los desafueros de Sánchez y por el contrario, apunta hacia Vox. Una formación a la que miran con nostalgia muchos militantes del PP que, si no fuera por miedo a perder el escaño, ya habrían dado el salto. El mismo padecer que sufren los de Podemos y lacayos de Sánchez que, pese a su desencuentro con la presidencia, se preguntan: «De qué vamos a vivir». Como le dijeron los apóstoles a Jesucristo.

Recordando un tiempo en que fui cazador, la imagen de Feijóo me recuerda a la de un pointer que espera quieto, inmóvil, tenso a que salte la liebre de la zarza, cosa que no siempre sucede. La impresión que Feijóo trasmite es que mientras él pierde el tiempo, Sánchez sigue destrozando el país. Apoderándose de las instituciones, arrastrándose ante Marruecos y no pintando nada en el concierto mundial. En el interior la gran carga impositiva para mantener a los dos gobiernos antagónicos, para un ministerio del odio, que llaman igualdad y para que ciertos pillos, afines al gobierno, sigan cometiendo unos desfalcos que se irán multiplicando, hasta el último momento en que Sánchez pierda el poder (si es que lo pierde). Ocasiones para descabalgarlo no han faltado, siendo la más efectiva la moción de censura. Sobran motivos. Y en el probable caso de que Feijóo herede, se encontrará un país tan sucio, enrarecido y empeñado. Para levantar cabeza, necesitará tiempo y un carácter firme.

Finalmente, si el PP es un partido conservador, me inquieta pensar qué es lo que cambiaría… O la posibilidad de que no cambie nada.

El tiempo no cura nada. Es engañoso y destruye ilusiones, pero como dice Bob Dylan «la respuesta está en el viento».
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