Estamos a pocos días de una cita electoral de gran importancia para el futuro, teniendo en cuenta los desafíos comunes que Europa debe enfrentar que trascienden las fronteras nacionales, como el cambio climático, la migración, la seguridad, las crisis económicas y el auge de la extrema derecha que acecha con una piel de cordero renovada pero que esconde el mismo lobo que sumió a España en la noche más negra de su historia. Un Parlamento Europeo fuerte y representativo puede coordinar mejor las respuestas a estos desafíos y promover soluciones colectivas. La dificultad radica en que el ciudadano o ciudadana de a pie comprenda esa importancia que a veces es tan difícil de discernir entre tanta distracción intencionada, circo mediático y fuegos de artificio.
Me pregunto si existe un solo europeo o europea capaz de enfundarse un pañal ante el riesgo de no poder participar en la votación del próximo domingo, sé que la hipótesis flaquea porque no son necesarias varias horas, por lo general, para ejercer el derecho a voto, pero en el supuesto que así fuera, ¿Qué piensan?, ¿Conseguían los comicios europeos la misma prioridad en la vida de alguien como no perderse una canción de Taylor Swift? Con gran pesadumbre yo no doy un duro por el Parlamento Europeo en este caso.
Personalmente me cuesta mucho encontrar un motivo para volver a esa ropa interior de mi infancia, no quiero ser pretenciosa y decir de este agua no beberé pero hoy por hoy me parece marciano que alguien en su sano juicio lo haga por devoción a una cantante por muchos millones de seguidores que tenga. Sin embargo, quién le restaría importancia al hecho de que el cambio del clima altera las temporadas de cultivo, reduce la productividad agrícola y afecta a la seguridad alimentaria. La variabilidad en las precipitaciones y el derretimiento de glaciares llevará a la escasez de agua en muchas regiones.
Y además puede causar graves problemas de salud pública como el aumento de enfermedades relacionadas con el calor, expansión de enfermedades transmitidas por vectores como el dengue y la malaria, y problemas respiratorios debido a la contaminación. Todo esto ya es una realidad aceptada por la comunidad científica internacional aunque para muchos merezca menos la pena que un asiento de sombra en barrera en San Juan y San Pedro, que se note que defendemos España y Europa, no como esos perroflautas de los ecolojetas. Espero que no se propague la moda de los pañales desde el Bernabéu a las plazas de toros, porque con la caló de la subida de las temperaturas, la hediondez puede matar al más negacionista de los asistentes.
El próximo domingo nos jugamos qué España y qué Europa queremos, y aunque no vaya a ser necesario ningún cambio de rutina en la ropa interior, sí deberíamos reflexionar las consecuencias que pueden tener que la xenofobia, el negacionismo científico o el liberalismo salvaje que esclaviza a los trabajadores más precarios conquisten una Europa que debe promover el progreso respetando la diversidad, el pluralismo y la inclusión, La Europa que reaccionó unida ante el mayor desafío sanitario de la historia y facilitó el acceso a toda la población