Cómo estará la cosa para que el político más reforzado después de lo que ha pasado en Valencia sea Óscar Puente». A veces una frase con especial sentido en la provincia de León y por lo visto los últimos días aparentemente sin sentido en buena parte de España sirve para resumir horas de debate, televisión, Congreso, tertulia, bar, copa y puro, pero ciertamente si algo nos ha enseñado la tragedia que han vivido nuestros vecinos levantinos es que, ya sí que definitivamente (a mí en otra no me vuelven a pillar después de la pandemia), de esta tampoco vamos a salir mejores.
Sobra decir que eso no afecta al pueblo, que en muchos casos se ha puesto las botas de agua, se ha cruzado el país, ha cogido una pala y se ha puesto a ayudar en lo que podía a gente que no conoce de nada sin esperar absolutamente nada a cambio. Sin embargo, da la sensación que la crisis le va a costar bastante caro a la credibilidad de los políticos, del sistema y eso, si me preguntan, es una pésima noticia para cualquiera que crea en el Estado, se vote lo que se vote.
Cada uno podemos tener nuestra propia opinión de quién tiene mayor grado de culpabilidad en todo lo que ha ocurrido, pero lo cierto es que hay muy pocos mandatarios que hayan estado a la altura y eso, al final, mina a una población que en su mayoría cumple con sus obligaciones únicamente para que, el día que le haga falta, haya una red sobre la que caer. Eso de «nunca pasa nada hasta que pasa» es tan real como que estar preparado para ese día, prevenir la excepción, es lo que verdaderamente marca la diferencia. De lamentarse siempre hay tiempo.
Decía nuestro ministro favorito (escribo esto mientras un Ave lleva dos horas y media parado en Vilecha), por volver al principio, que qué estado fallido puede presumir de reconstruir una autopista borrada por el agua en dos semanas. Lograr grandes hitos en medio de una gran tragedia luce mucho, pero no tapa la grieta del problema. Es como cuando yo me prometo volver a hacer deporte, corro diez kilómetros el primer día y la siguiente vez que me calzo las zapatillas es tres meses después. No es España ni mucho menos un Estado fallido, pero habrá que quitar mucho barro para que siga siendo así.