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Embustero y bailarín

23/10/2024
 Actualizado a 23/10/2024
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De la historia de la televisión, yo pertenezco a los que conocieron a Herta Frankel, y los diálogos, de marcado acento alemán, con su perrita Marilyn. Una pionera de la humanización que hoy se atribuye a los canes. Me cautivaron ‘Bonanza’ y el ‘Superagente 86’ y me divertí con Locomotoro, el Capitán Tan y Valentina. ¿Qué habrá sido de ellos? Las canciones de Fofó han hecho historia y aún las cantan los niños en sus fiestas. Pero como la programación era escasa, gran parte del día, la grisácea pantalla se rellenaba con la ‘carta de ajuste’.
 

No era todavía un fenómeno de masas porque en mi pueblo sólo las tenían los dos bares y el director del Banco Central que, poco después, saldría por pies. ¡Quién sabe con qué dinero pagaría el aparato! Cuando daban una corrida de toros se suspendían las clases del Instituto, cerraban las tiendas y hasta el consultorio suspendía la actividad terapéutica.

En la actualidad, a pesar de los grandes medios y exorbitantes presupuestos, más del 80 % de los españoles declaran que no ven la televisión. Quizá este hecho se deba a que la salud mental de la gente haya mejorado. Aunque me inclino a pensar que se debe a la escasa calidad, credibilidad y saturación de las cadenas.

Me cuesta creer que el Broncano haya cobrado una fortuna por dos años que habrá que soportarlo. No entiendo la eternidad de programas como ‘Aquí no hay quien viva’ y similares; ni las tertulias donde una peña de famosillos habla con autoridad y sin conocimiento, pisándose la palabra y hablando todos a la vez. Cansa el exceso del fútbol sobre otros deportes diversos. Y Sonsoles.

Pero lo peor es la instrumentación de un medio, del que se sirven todos los gobiernos y dictaduras, vengan de donde vengan. La ideologización que se ejerce sobre cuestiones tan opinables como la vacunación del Covid, el clima, el feminismo intransigente, las opciones sexuales o la emigración. La guerra en Ucrania y la que libran los terroristas e Israel.

Nada bueno para el medio será la emisión del documental sobre las cualidades de Pedro Sánchez, cuando en realidad se trata de distraer la atención de los asuntos turbios que empañan su entorno político –la amenaza de Ávalos, el afecto de Armengol por su cariñín Koldo– y el familiar: El presidente mismo, su mujer, su hermano y la empresa de plásticos de su padre. Ignoro el título que llevará este culebrón narcisista, que no voy a ver porque bastante conocemos al personaje. Si hubiera de ponerle un título, me parecería adecuado el de aquella canción de los Pekeniques que da nombre a esta columna.

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