Observando esta semana el pleno del Congreso en el que se decidió la no aprobación de la Ley de Amnistía, dos refranes españoles aterrizaron de golpe en mi cabeza: «Quien con niños se acuesta, mojado se levanta». Porque, ¿qué podían esperar Sánchez y su nueva versión del PSOE de Puigdemont y Junts? ¿De verdad pensaban que este enamoramiento clandestino iba a durarles la legislatura? «No, hijo, no», que diría el gran Ozores. Un chantajista siempre será un chantajista. Esto ha sido así desde que el mundo es mundo. Siempre querrán más. La cuestión ahora es saber hasta qué punto Sánchez estará dispuesto a hacer concesiones. Si en su cabeza planea un «vía libre» sin límites o si hay fronteras infranqueables. He ahí la duda.
Hasta el momento parece que su posición es dar cancha infinita a Junts hasta que firmen amor de por vida, es decir, deberíamos prepararnos no solo para soportar que se acuse a jueces, lo que es lo mismo que cuestionar la legalidad de nuestra democracia como Estado de Derecho. Tras linchar a los jueces que los acusan, válgame el cielo, de terroristas, pues lo fueron, la amnistía será una bagatela comparada con lo que le seguirá. Referéndum y pasta gansa. Y hasta que no lo consigan ahí vamos a tener al partido del turista belga erre que erre dando la turra en el hemiciclo, en las televisiones, en Europa. Saben que es ahora o nunca, estirarán la cuerda hasta la victoria porque saben que su enemigo pende de un hilo, esta es su última oportunidad de sobrevivir en ese sillón. De ahí para casa.
Así que es fácil suponer que, aunque ahora estemos en una especie de limbo ‘amnistíaco’, Pedrito cederá y se inventará otro relato para vendernos que todos seremos más felices cuando Cataluña se sacie. Pero es que no es Cataluña, son siete escaños.
Y es aquí cuando, humillación tras humillación, aparece el segundo refrán: «Tras cornudo, apaleado». ¿No hay nadie por encima que les diga a estos chicos: «¡Basta!»?