El pasado 12 de octubre, se celebró el día de la hispanidad, que conmemora la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492. Este hecho significó un enorme triunfo para el imperio español. Y al mismo tiempo una auténtica barbarie para los habitantes de aquellas tierras conquistadas por sus descubridores. Las dos caras de una misma moneda.
Esta fiesta ha tenido varios nombres a lo largo de los más de 500 años transcurridos. Y el debate sobre su conmemoración continúa abierto y muy vivo a pesar de que los sucesos acontecidos entonces se sitúan en un momento y en un contexto que no son comparables con los actuales.
Lo que no admite discusión es la relevancia de aquel descubrimiento que supuso un hito en la historia mundial. Hasta tal punto que marcó el fin de la edad media y el comienzo de la edad moderna. Un cambio de época.
Sin embargo, la polémica que envolvió los actos realizados con motivo de la festividad no fue la única. También salieron a la calle, en Madrid y en otras grandes ciudades, miles de personas que reclamaban un precio justo por los alquileres actualmente inaccesibles.
Este problema, como todos aquellos a los que no se pone una solución razonable, crece de forma alarmante. Parece que la especulación, el negocio lucrativo de los pisos turísticos y demás obstáculos de este tipo, impiden llegar a esa solución.
Así es, una vez más, gana en la balanza el dinero generado por encima de un derecho humano como es el acceso a una vivienda digna.
Hace mucho tiempo que existe malestar con esta situación y se está llegando al límite. Según testimonios de los manifestantes, en las zonas más tensionadas es impensable encontrar un piso y mucho menos costearlo. Exigen un tope.
No sé si estas protestas ayudarán a corregir semejante dislate o si ocurrirá lo de siempre, nada.
Me pregunto cuándo se aprenderá a priorizar las necesidades de las personas en vez de asfixiarlas y llevarlas a la desesperación. Hay asuntos fundamentales con los que no se debe jugar, es peligroso.