Cuando hace unos años me personé en Val de San Lorenzo invitado a dar una charla en el Museo Textil, el portón de entrada estaba cerrado por un mal entendido en cuanto a la hora de comienzo. Solo un anciano descansaba sentado en el poyo sito frente al museo. –¿Es aquí donde tiene lugar a esta hora una charla, verdad?– pregunté. – No, a esta hora la gente está en la novena, me respondió. – ¿La de Beethoven? –salió pedante de mi boca. – ¿Cóoomo? ¿La de quéee? –me miró sorprendido el hombre denotando sordera e incomprensión. –Pues, la última sinfonía de ese célebre compositor alemán. –¡Qué leche es eso de sinfonía y de betonboven, o cómo se diga! ¡La gente está en la iglesia en la novena a la Virgen de la Candelaria, patrona de Val de San Lorenzo, coño! –respondió el hombre un tanto alterado. –¿Y cómo no está usted allí, perdone mi interés? –¿Cómo? –¡Quee cómoo noo estáa usteed een laa iglesia –enfaticé? –Pues. ¡porque estoy sordo como un pedo podrido, cojones! ¿Es que no se me nota? – Sí, sí, al igual que el célebre compositor alemán– añadí. –¿Quéee? –No, nada.
En relación a la Novena Sinfonía de Beethoven se está conmemorando este año con gran pompa el 200 aniversario de su estreno en Viena. Las investigaciones sobre esta última sinfonía del compositor alemán han sido muy numerosas realizadas por prestigiosos musicólogos que sería prolijo nominar.
Como afirma Paulino Capdepón Verdú, catedrático de la UCLM, (vid. ‘La Novena Sinfonía de Beethoven’, La Aventura de la Historia, nº 311) entre la Octava, completada en 1812, y la Novena transcurrieron casi doce años antes de que el autor pudiera darla a conocer al público, es decir, el mismo plazo que había invertido en componer las ocho sinfonías anteriores. Entre distintas razones, deben citarse las circunstancias políticas de la época, enmarcadas en los debidos tributos de Beethoven a las victorias sobre los ejércitos napoleónicos y al Congreso de Viena, pero también las condiciones personales del compositor determinadas por su creciente sordera.
El estreno de la Novena Sinfonía tuvo lugar el 7 de mayo de 1824 en el Theater Kärtnertor de Viena. Según narran testigos presenciales, Beethoven estuvo presente en dicho estreno, si bien su sordera le impidió que participara de una manera activa, incluso se ha venido afirmando que una de las solistas, la contralto Carolina Unger, tuvo que avisarle de los aplausos entusiastas del público asistente tras la finalización de la sinfonía. Dadas las dimensiones de la Novena Sinfonía, descomunales para la época, los efectivos de la orquesta Kärtnertor Theater fueron insuficientes, por lo que requirió refuerzos externos.
Al poco tiempo, la Novena Sinfonía volvió a escucharse en distintas ciudades europeas. Si bien en España sólo se estrenó en 1882. La sinfonía fue publicada por primera vez en el verano de 1826 en la histórica editorial Scott de Maguncia, tanto en forma de partitura como de partes sueltas.
Confieso que soy uno de los muchos enamorados de esa deliciosa e impresionante composición, la cual no me canso de oír, en especial su inolvidable ‘Oda a la Alegría’ (himno de la Unión Europea desde 1985); comprendiendo el asombro que supuso su estreno y significado de un antes y después en la historia de la música.