Jorge Brugos

Enise contra el turismo de masas

28/10/2024
 Actualizado a 28/10/2024
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Vivimos en la España de los eternos debates, de los perpetuos dilemas, de las ecuaciones con incógnita sin solución. Un país en el que uno más uno son trece y las matemáticas son una ciencia inexacta. Pasa el tiempo y en los laberintos botánicos parecen crecer nuevos helechos que bloquean las únicas salidas. Llevamos años achicando agua del barco de la vivienda mientras no dejamos de dar peso a un turismo que amenaza con hundir toda esperanza de los que quieren comprarse una casa. Sin embargo, no todo está perdido, hay un modelo amable con el entorno, sin instintos kamikazes.   

La celebración del Enise en León la pasada semana pone luz y taquígrafos sobre el turismo de congresos y lo erige como alternativa regeneradora ante un modelo turístico que amenaza con que los únicos que disfruten de vivir en España sean los viajeros. Puede que aquí en nuestra tierra no valoremos la erosión que la masificación turística provoca en las urbes, pero en ciudades como Alicante la habitabilidad en determinados puntos de la ciudad llega a ser inasumible. Nadie quiere poner el cascabel al gato de que no todos los municipios pueden ser centros turísticos. 

El turismo enfocado a la celebración de congresos no sólo será bueno para la salud urbanística, sino que abrirá las puertas para lo que de verdad España necesita: la reindustrialización. No debemos renunciar a que nuestros lugares sean atractivos para el extrarradio patrio, pero llevamos demasiado tiempo subsistiendo por el desierto con el maná insaciable del turismo. La apertura del abanico intentando paliar el sofoco turístico, generará una dependencia del turismo de congresos a la mejora de los sectores económicos que condicionarán la celebración de los eventos a la referencia de nuestro país en áreas del conocimiento. Planteamientos que pondrá fin a que el ocio de consumo rápido sea sobre lo que pivota nuestra economía. Decir que un sistema productivo no puede depender del sector servicios no es profanar la palabra sagrada de una sociedad en la que la liturgia está plagada de jaculatorias al turismo sino redefinirla para no morir de éxito.

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